El mundo de las Ideas ha supuesto un eje central en el desarrollo de nuestra cultura occidental, y debemos ser conscientes del peso del mismo incluso en nuestra actual vida cotidiana. Todavía hoy arrastramos el dualismo cuerpo-mente: consideramos las personas tienen una esencia íntima, impermutable y constante en su existencia; si bien no la llamamos alma, pues vivimos en una sociedad progresista y laica, sabemos se trata del mismo concepto. La Teoría de las Ideas sigue vigente, y funcionando, hoy en día. Ahora bien, aunque aquí veamos como malinterpretada la consciencia, una intrusión de la filosofía especulativa en lo que debiese ser terreno de la filosofía de la ciencia, no debemos desechar por ello lo que ésta misma nos pueda facilitar.
Ordenamos la realidad, y para ello necesitamos de Ideas, de conceptos; en definitiva, lo que nos permite ordenar es anteriormente haber abstraído, el Abstracto. Cualquier espacio en el cual el hombre se pueda mover, estará siempre plagado de dichas abstracciones. "Messi deja el fútbol porque se ha dado cuenta de que los goles son abstracciones". Comentarios absurdos a parte, cuanto uno más haya progresado en su educación académica, más consciente será de la importancia de dichas abstracciones. Ahora bien, ¿tienen un propósito dichas abstracciones en nuestro día a día? ¿Son tan sólo útiles para el conocimientos, o también tienen una razón práctica?
Escojamos la realidad práctica por excelencia que todos tendremos que desarrollar en alguna ocasión dada nuestra situación como entes biológicos: la seducción. Con todo, necesitamos de Ideas, Abstracciones que nos permitan entender la situación dada, Ideas como Mujer, Hombre, Situación, Lugar, Relación, Contacto, Lenguaje, Conversación... Pero con todo, y los que vivamos con constancia en el mundo de las Ideas lo comprobaremos con más frecuencia de la deseada, no es suficiente. Las Ideas no son capaces de realizarse como tal en la Realidad, y aunque aquellas sean justamente una Abstracción de ésta, es esa misma cualidad globalizadora la que nos impide acceder por completo a la realidad de la práctica, ya que toda práctica será siempre un hecho puntual, cerrado y acotado en el tiempo y en el espacio, con sus determinadas condiciones de inicio y final. Así pues, lo que fue descubierto/creado para el conocimiento, puede llegar a chocar frontalmente con la Práctica, porque condiciona y limita nuestra capacidad de acción en el momento en sí, en la situación misma y no en la abstracción de situaciones.
Necesitamos un no-Abstracto para lidiar con la Práctica, y es interesante porque se trata de una Idea, aunque lo que trate justamente es de eliminar esa abstracción que nos impide actuar con total libertad, y por ende, óptimamente. Postulo, volviendo a mi ejemplo inicial, que debemos eliminar de la seducción las Ideas mismas que la forman, pues debemos aceptar y manejar el momento tal y cómo se nos viene dado: esa chica, ese bar, esa noche y esas estrellas. Desde luego que seguimos jugando en el mundo de las Ideas, y la anterior enumeración son Ideas, pero no son ni la Chica, ni el Bar, ni la Noche y ni las Estrellas; pertenecen a un nuevo conjunto: el del no-Abstracto. No se trata, pues, de prescindir de las Ideas, sino al revés: debemos redefinirlas.
Si fuésemos capaces de manejar el no-Abstracto, en su categoría de Idea, como manejamos lo Abstracto, habríamos conseguido la aplicación de esta teoría para el Conocimiento en el mundo de la Práctica, y estoy seguro de que es algo que necesitamos hoy en día más que nunca: ser capaces de generar Ideas en la inmediatez del Presente, y no venir de casa con las Ideas formadas. Necesitamos del no-Abstracto para poder relacionarnos en este Mundo actual, frenético, cambiante, con inmensa cantidad de estímulos e individuos. Debemos de liquidificar el mundo de las Ideas.
viernes, 22 de agosto de 2014
viernes, 15 de agosto de 2014
Café
Hay cierto cansancio mágico,
trágico si no se duerme mucho,
insomne e instigador de mundos.
Agujeta mental en la cabeza,
desesperado metal que no despierta
anclado, sellado con seguridad extrema.
Mirada agotada abdica
abrazada a la peor de las ráfagas,
y nada refleja callada.
¡Clamor de las oscuras noches
que cantan al alba sagrada!
trágico si no se duerme mucho,
insomne e instigador de mundos.
Agujeta mental en la cabeza,
desesperado metal que no despierta
anclado, sellado con seguridad extrema.
Mirada agotada abdica
abrazada a la peor de las ráfagas,
y nada refleja callada.
¡Clamor de las oscuras noches
que cantan al alba sagrada!
viernes, 8 de agosto de 2014
Si
Si por más que busques, desesperas;
si por más que haya, nada queda;
si por más que renuncies, te entregas;
si por más que huyes, regresas;
si es que por la noche imperas,
si es que las ventanas anhelas,
si es que el símbolo espera,
si es que los espejos no reflejan,
si porque todavía es temprano,
si porque además llueve extraño,
si porque incluso en enclave lejano,
si porque aun hay luz de antaño,
si por más que realidades enteras,
si es que de ellas algo queda,
si porque ahora sólo la sueñas,
¿dónde se encuentra la respuesta?
si por más que haya, nada queda;
si por más que renuncies, te entregas;
si por más que huyes, regresas;
si es que por la noche imperas,
si es que las ventanas anhelas,
si es que el símbolo espera,
si es que los espejos no reflejan,
si porque todavía es temprano,
si porque además llueve extraño,
si porque incluso en enclave lejano,
si porque aun hay luz de antaño,
si por más que realidades enteras,
si es que de ellas algo queda,
si porque ahora sólo la sueñas,
¿dónde se encuentra la respuesta?
miércoles, 6 de agosto de 2014
Finitud
¿Qué nos otorga la finitud del
presente? No hablo de la evidente realidad que se cierne sobre
nosotros que es la muerte, sino de un concepto mucho más cotidiano
de finito que experimentamos diariamente, en cada evento, en cada
conversación, en cada relación: el tiempo es lineal, se mueve a
través del eje X, por lo tanto cada fragmento, cada estado, cada
momento de tu vida se puede dividir en intervalos cerrados y
acotados. Más allá de la jerga matemática, quiero explicar que
durante el transcurso de nuestra vida todo tiene principio y final;
todo es finito, no sólo la vida en sí; todo nace y todo muere en
nuestras vidas; no sólo nosotros mismos somos mortales, sino también
todo aquello que nos concierne.
Existe este famoso pensamiento, para
muchos conocido de la mano de Brad Pitt en Troya de Wolfgang
Petersen, de que lo mortal nos permite disfrutar de la experiencia
dado que en cualquier momento ésta se puede acabar. Si bien es
cierto, y podemos intuir cierto hastío en la experiencia infinita,
no podemos olvidar lo que conlleva: quedarnos con una y sólo una de
las miles de oportunidades que ofrecía un momento y un lugar. Este
último pensamiento tampoco es nuevo, Bergson ya era consciente de lo
mucho que perdíamos al elegir una de entre las miles de
posibilidades que la vida ofrecía; y ya no hablamos del concepto abstracto de la vida misma, sino en qué decirle a esa chica, qué escribir en esa carta, cómo hacer ese viaje. Sin embargo, en lo que yo
quisiera hacer cierto hincapié, es en el actual deseo de esa misma
elección de la única posibilidad entre todas las demás, en esa
realización tangible de la vida misma. En definitiva, esa pasión
por la libertad que se convierte a la vez en nuestra carcelera.
Si bien la finitud, obligándonos a
elegir de entre lo infinito, nos entregaría de este modo la
libertad, nos entrega también con ella
el cómo operar en dicha toma de decisiones; y es que no podemos
concebir la libertad sin razón, la cual se nos es dada para poder
optimizar justamente esa elección que nos hace humanos, que nos
imbuye en la finitud cotidiana y absoluta.
¿En qué nos convertimos entonces?
Teniendo que lidiar con la continuidad de nuestras vidas, donde cada
paso supone una elección, no somos sino esclavos de la optimización,
esclavos de la razón: tenemos que encontrar la forma óptima de
estudiar, de leer, de amar, porque llegará el momento en el cual no
puedas hacer todas esas cosas. Terminamos siendo esclavos de la
propia opción, esclavos de la libertad. La finitud no nos obliga sino a
sacrificar todo en pro de dicha libertad, con el deseo de poder
optimizar la realidad; de no pudiendo tener el Todo de la existencia,
poder al menos conseguir la mejor de las posibles, y es la razón
quién elige con cual debemos quedarnos.
¿Serían los Dioses libres? Y con ésto
me pregunto si tienen más de una manera de actuar dentro de su
infinitud. Siendo eterno e imperecedero no hay ninguna razón, en su
sentido último, dado que no hay ninguna necesidad de optimizar nada,
pues se es todo y siempre. No hay necesidad de elegir, pues se vive
el momento tal y como se es dado, respondiendo de manera directa y
sin filtros. Podría parecer que ésto simboliza la libertad
absoluta, cuando no podría ser más incorrecto: sólo se actúa de
una manera dada una situación, y se trata de la respuesta pura, de
la esencia del momento mismo. Los Dioses no son libres, pero son
puros.
¿Pero qué más nos transmite el
infinito? Si hemos hablado de Dioses, podemos hablar entonces de
Divinidad, de Absoluto, en definitiva, del Arte. El Arte es el
concepto del infinito plasmado en nuestra realidad finita, lo puro en
lo libre.
Al final, ¿qué es lo puro? ¿Qué
ansiamos de la Divinidad que a la vez nos asusta tanto por su
componente infinita? La no capacidad de elección, que tiene a su vez
ese tinte de libertad absoluta, de destiladora de la realidad misma.
Lo bello es lo que no es libre pero a su vez es en sí mismo, no
adulterado por nada más.
¿Y qué tenemos como máxima
representación de ésto? Qué, si no el Amor.
domingo, 3 de agosto de 2014
Ser y volver
Siempre hay que volver a la escritura.
La escritura jamás supondrá para nosotros un mero pasatiempo,
como tampoco lo será respirar, sentir o amar. Tenemos la obligación de volver, pero encadenados al continuo y a la multiplicidad, debemos también querer volver. El tiempo, tan
inconstante, nos alejará y devolverá, como la resaca
marina, a nuestras pasiones y deseos, y siendo tan sólo esclavos de
este vaivén fortuito no olvidamos que somos poco más que agentes
del tiempo, la canalización de un momento y un lugar. La inspiración,
como la alegría o la pasión, son estados pasajeros, y no debemos
sino ser capaces de materializar dicha idea en su máxima expresión, en
esa manifestación histórica que somos cada uno de nosotros.
El tiempo y el gozo; la historia y el
yo. Maldigamos a la finitud que no nos permite abrazar por completo el estado presente, y por ende explotarlo, tanto como se merece él como tú mismo. Somos
esclavos de la circunstancia, pero también de nosotros mismos, y no
podemos esperar más que la convergencia de dichos directores, de
estas dos fuerzas que nos guían, y de este modo dejar de ser alguien que ama
escribir, pero no escribe; alguien que ama amar, pero no ama.
Desgraciadamente, el impulso siempre
vendrá de fuera, la inspiración siempre será un agente externo:
razón, motivo, excusa... Encauzaremos dicho estímulo y lo haremos
propio, nos adueñaremos de él. No olvidemos, sin embargo, que dicho
proceso es a posteriori, y que nunca nos perteneció dicha decisión,
sino que fuimos sugestionados por ella.
Perfecto, siempre y cuando nos rodeemos
de aquello que somos: si no podemos hacer esa distinción entre el Yo
y lo Otro, si no podemos romper dicha continuidad, abracemos un
espacio y un tiempo que no sea sino nosotros mismos. Ésto será siempre una liberación para todo aquel que haya entendido que el Yo, seguramente, jamás existió como tal.
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