Si bien su grito sordo no despertó a
nadie, pues no había a quien despertar allí, el Buitre que sobrevolaba la grotesca escena graznó,
augurando el futuro del cadáver que tendido se encontraba en el
suelo. Esperanza reposaba en su charco de sangre, inmóvil y con
ojos abiertos; ojos vacios, sin mirada ni espíritu, paralizada para
siempre en la oscura noche. La Luna iluminaba sus rubios
cabellos, que poco a poco se teñían de rojo, y se aterrorizaba a cada segundo ante el miserable acto perpetuado por
Soberbia, que ahora limpiaba con su pañuelo de seda blanco la
empuñadura del bastón que manchado de sangre se encontraba. Con
sumo cuidado, con suma delicadeza, eliminaba las gotas del humor rojo
de Esperanza, contemplándolas, adorándolas, acercándolas incluso a
su fina nariz para inspirar con tremendo goce y lujuria el aroma de
éstas.
Sinceridad temblaba a su lado,
horrorizada como la Luna y como ella estupefacta, sin poder apartar
la mirada del cuerpo sin vida de su compañera. Soberbia examinó por
última vez el baston y sonrió. Impoluto como él habia quedado. Sin descansar ni un
segundo su mirada sobre Esperanza, alargó el bastón y se lo entregó
a su pareja, que seguía siendo incapaz de pensar en otra cosa que en
aquellas bellas facciones, en aquel bello cuerpo que ahora
descansaba sobre la árida arena, formando una figura grotesta y siniestra. Soberbia sonrió y después miro al Buitre.
Como el Buitre devorará
sus carnes,
ella devoraba tus ideas y
aspiraciones.
Como la Luna ilumina la
escena,
yo vine a entregarte más
verdad que ella.
No lamentes lo que siempre
quisiste
pues ahora tienes más que
nunca:
la libertad de no tener
cadenas,
de no esperar de la vida
ni glorias ni condenas.
Sinceridad cayó sobre sus
rodillas y sollozaba en silencio, mientras Soberbia miraba al cielo
como sólo él sabía hacer. Con infinito desprecio hacia la creación
de Dios empezó a reir, y continuó su cántico.
Nunca nada pudiste hacer
pues tu naturaleza es sólo
decir
lo que sientes, y nada
cambiar.
Si ahora te entrego las
llaves,
¿por qué lloras frente a
la libertad?
Los llantos de Sinceridad
se apagaron de pronto, y con ello su temblor cambió de padecer.
Apretó los dientes, los puños, el alma, y se levantó, con la cara
empapada pero el corazon ardiente. Miro a Soberbia como nunca había
mirado a nadie, y comenzo a gritar anegado en su furia.
¡No entendiste nada y
nunca entenderás!
No quiero nada si no se
puede esperar.
¡Ella lo era todo, no
podía pedir más!
Si bien raíz y fruto del
sufrimiento
¡Esperanza me aventaba
cada mañana!
Tú no entiendes, y estás
muerto como ella,
y en tu infinita tristeza
me arrebataste
la única fuerza que me
quedaba.
Soberbia no tiene más
expresión que su sonrisa burlona, y con ella en la cara miraba los
ojos vidriosos de su compañero. Volvió a mirar al cielo, al Buitre
y a la Luna. Aquel graznó contento y la Luna pareció darle la
espalda.
Habrá que cambiarte el
nombre
si tal es la verdad que
escondes.
¡Oh, Sinceridad y
Esperanza!
Preciosa pareja, increíble
matanza.
Nunca fuiste muy
inteligente,
pero ahora adquirirás ese
Don.
¡Buenas noches,
Sinceridad!
Hasta nunca, a descansar,
ya no se te necesita
en este mundo
que
llamaremos 'del Mañana'.
Y así el Buitre descendió a comer la carne de Esperanza, dejando de ella sólamente la sangre roja de su espíritu, que la Tierra bebió, cambiando así para siempre, quedando de Esperanza tan sólo su recuerdo. Y
así, por influjo de la sonrisa macabra de Soberbia y de su impuro
acto, Sinceridad se convirtió en Cinismo, el Buitre graznó de
alegría, y la Luna lloró con las estrellas detrás de las nubes.