miércoles, 3 de septiembre de 2014

Tiempos lejanos

          Escapamos del entorno y creamos vidas diferentes. Llegamos a nuevos destinos y formamos distintas realidades que allí quedarán restringidas para siempre. El yo, que jamás será ya una unidad tan indivisible como antes, se desperdiga por el globo y la máxima unidad en la que se puede pensar es la física. Nuestra psique, nuestra experiencia; como he dicho, nuestro yo, ya no es uno. Allí quedarán nuestros recuerdos, que son la única base para generarnos.
       
          Siempre nos quedará el volver, y la esperanza de encontrar de nuevo allí el yo que dejamos, el espacio donde fuimos. El espacio afortunadamente sólo puede cambiar, pero permanecerá allí a la espera de un reencuentro, de una resurrección de ese yo allí creado. Desgraciadamente, existe una propiedad inherente al espacio en sí que hace imposible ese verdadero regreso, que nos aleja de aquel yo, que le quita sentido y lo hace aberrante: el espacio necesita de su delimitado tiempo, y a éste no se puede volver; quizá más interesante es que no se pueda llegar si quiera. 
       
          Podemos jugar con el espacio, idas y venidas serán constantes en nuestras vidas, pero el tiempo es inhumano, e intentar retar su linealidad nos hará chocar contra el muro de lo Real. El tiempo y el espacio son indisolubles, así cuándo haya un yo en un espacio distinto, lo habrá del mismo modo en un tiempo distinto: en una línea de tiempo distinta, paralela a aquélla que se sigue generando en el sitio abandonado, pero que existe de igual modo. Un avión nos permitirá movernos a nuestro antojo entre los distintos espacios, pero jamás entre las distintas líneas generadas en cada uno de los mismos.

          El tiempo es una herramienta para ordenar el cambio, y el cambio será siempre irreversible, el progreso histórico avanza hacia delante, es una línea recta donde se podrán encontrar similitudes entre distintos puntos, pero siempre serán éso: distintos.

          El yo que vuelve es distinto al que dejas en tu anterior destino, al que sería si no te hubieses ido, al que sería si te hubieses quedado, al que será si regresases de tu regreso: son líneas del yo paralelas, y no puedes unificarlas ni saltar entre ellas, son independientes y escapan a nuestro control. La línea del sitio en sí te absorbe cuando a ella llegas, y te escupe de igual manera cuando de allí escapas. No podrás llevarte contigo jamás esa parte de ti, y no por el espacio, sino por el tiempo. Esa parte del yo quedará para siempre allí relegada, y al tiempo pasado jamás se podrá regresar.

          Javier, te dedico especialmente este fragmento a ti por ser todo lo que eres, y en menor medida a todos aquellos que se fueron en algún momento a algún otro sitio, y por ende a algún otro tiempo. El yo se desmiembra y ya no sabremos nunca con seguridad dónde y cuándo está. Así pues, esperemos la disección como la mejor posibilidad de conocernos como verdaderamente somos, allí y aquí, en el ahora de aquí y en el ahora de allí.

2 comentarios: