Andreíta pedía un poco más de sopa a
su papá. Pasmoso el mismo pasaba patético pan del panadero.
“Vaya suerte la mía”, suspiraba Andreíta, ya sin sopa, sin seso
y sin sexo. Sentada en la mesa ya había vuelto a quedarse sola, y
éso que era su cumpleaños, o su boda, o su oportunidad. Un poco de
todas, la verdad. Tiró el plato al suelo y se negó a recogerlo.
Para recordarle que había que limpiarlo, para éso, sí habían
personas. “Menudos listos”, susurraba indignada Andreíta con
escoba y recogedor. Arrojó los trozos de porcelana por la ventana, y
abrió la cabeza del viandante: “Por pertenecer a los mismos, por
ser un cobarde”, le dijo riendo satisfecha. El señor se fue
llorando, pero siguió sin traerle su sopa. “Sopesemos el
problema”, supuso Andreíta, “Sólo con sortilegios sortearé
suspenderme en vida”, y con ella cogio su varita y echó a volar.
“Adios papá, la sopa siempre fue algo fatal”, dijo para mentirse
a sí misma. A la vuelta de la esquina, un avión la engulló en sus
turbinas, y de Andreíta sólo quedó su deseo de sopa, su recuerdo de rompecabezas, su mala educación con los otros comensales.
sábado, 13 de diciembre de 2014
domingo, 30 de noviembre de 2014
Bobol III: J. o el sueño divino
Una vez aceptamos que nada se puede
hacer, cuando perdemos la esperanza y nos entregamos, encontramos una
verdadera paz. Fight Club siempre será adolescente, pero algo
podemos también aprender de ella. Óscar acepta su derrota, aunque
parcial, y no duda en sentarse a beber con la decadente figura frente
a él configurada. No sólo acepta su presencia sino que además
parece resultarle incluso anodina: no la toma en serio, parece
aburrirle. En la locura encontramos pues el destello de soberbia y
potencia que no encontramos en su Yo normal.
J. está tranquilo y parece tener algo
importante que contarnos. Del mismo modo que él no se presenta, y
accede directamente a su historia, nosotros obviaremos su
procedencia, para poder centrarnos sólo en el nucleo de aquello que
diga: será un símbolo abstracto para nosotros, pues no es Real ni
tiene una relación con ello. Aunque sí hay que mencionar una
relación de este ente con una parcela de la realidad: el Pasado.
Deberemos mantener en mente ésto durante todo el mediometraje: la
importancia que tiene el Pasado en la Locura.
Empezamos hablando del Infierno, para
llegar a Dios, y con éste debe llegar también el Paraíso. Para todos
existe esa 'lugar ideal', donde una vez fuimos felices, pasamos
nuestra infancia, vivimos nuestra vida. No sólo es un lugar sino
también un momento, porque conlleva situaciones, y así J. nos habla
de sus veranos en la playa. Allí él encontró a su ser Divino y así
accedió al Paraíso, en la mejor de las situaciones, rodeado de su
lugar y de su momento.
Pero los fantasmas nunca vienen a
alentarnos, sino a prevenirnos de la cercana disolución de las
cosas. Con un tono absurdo, unos escenarios divertidos, porque creer que un sueño fue realidad siempre será infantil, J. desvela
como su ensoñación desapareció de la noche a la mañana y ese
acceso a lo trascendente no le salvo de la vuelta a la realidad. Al
contrario, hizo de ella un nuevo Infierno, pues tras haber
experimentado el éxtasis cualquier otro goce nos parece nímio e
insustancial. El mar se congela, las personas cambian y todo pasa a
tener un color desagradable, sucio, en comparación a aquello que tan
feliz nos hizo.
J. nos recuerda que ese acceso a lo
Divino no tiene por qué suponer nada. Nosotros somos quienes creamos
nuestras realidades y por esa misma condición podemos despertar de
ellas, y bien importante es ser consciente que nada volverá a ser lo
mismo tras esa efimeridad en lo sagrado. Nada volverá a parecernos
digno en la vida excepto esos momento dónde estuvimos en el más
allá con Dios, en la playa, entre los pescadores. Ésto nos
volverá ridículos, haciéndonos negar la realidad, conscientes de
la verdad de la misma, pero incapaces de anteponerla a nuestros
sueños y aspiraciones ahora rotos. Uno se vestirá de hawaiano
aunque veranee en la montaña, rodeado de nieve, negando el exterior
porque el regreso a la realidad fue demasiado duro como para poder
seguir lidiando con ella.
Óscar debe entender el peso que
tendrá el día de mañana lo que hoy haga. No habrá vuelta atrás,
no podrá volver a su monasterio a rezar tras tocar al ente divino,
pues el ya no volverá jamás a ser el mismo, y éste podría no
quedarse, abandonándolo en tierra de nadie. Óscar debe prepararse
en lo Real su acceso a lo Trascendente, pues este primero mismo
cambiará en su contacto con lo mágico.
La realidad niega, lo externo confirma
cómo semejante tarea siempre supondrá demasiado para un hombre. No
podemos evitar que nuestros sueños, esas imágenes irreales que por
alguna razón nos asaltan por las noches, impregnen la vida misma, y
la transforme. El peor sueño no es aquel dónde sufrimos, sino aquel
dónde somos felices de verdad, para posteriormente despertar. ¿Deberíamos arriesgarnos a tener este tipo de sueños?
domingo, 23 de noviembre de 2014
Matemáticos
La música discreta
invade con destreza
cuanto se propone,
cuanto espera.
Guitarras harmónicas
suenan y rompen
monotonías estrictas.
Gritos y pasiones
convergen en un punto
aun divergiendo en lo global.
Escapemos, lo material
sólo dictará el final.
El continuo
está por determinar.
invade con destreza
cuanto se propone,
cuanto espera.
Guitarras harmónicas
suenan y rompen
monotonías estrictas.
Gritos y pasiones
convergen en un punto
aun divergiendo en lo global.
Escapemos, lo material
sólo dictará el final.
El continuo
está por determinar.
viernes, 21 de noviembre de 2014
Bobol II: Óscar y Elena
La realidad es ridícula, absurda, insultante. Óscar se nos presenta débil, pusilánime, sin un ápice de confianza, y mucho menos con capacidad para enfrentarse a la realidad. El Otro, y él mismo también, le imponen una especie de ostracismo, y de la vida misma se ve expulsado. Cómo presentar esta distancia con el mundo real y no-acceso de lo trascendente, representado por la Mujer, sino con una metáfora de la imposibilidad para el acto sexual: gracias a él la existencia de la especie se perpetuará y habrá una trascendencia más allá de nuestra vida en el Mundo, a la vez que nos une íntimamente con el presente, con el Otro, es decir, con la Realidad. De nuevo, la relación con la Mujer se presenta no como algo más en la vida, sino como eje rector de la misma, central y constante, que modulará todo lo demás.
Elena es quien saca a coalición las necesidades de la pareja, y también se presenta como guía para Óscar. Experimentada en el mundo real, con el que Óscar no sabe lidiar, y en el fantástico, al que Óscar todavía no ha accedido, es conocedora de todo e ilumina el camino de nuestro protagonista: en esta escena el juego de luces y sombras nos puede hacer creer que Óscar está experimentando una aparición mariana, mientras que un plano más apagado se nos presenta a Elena, como un ente mucho más real, sin la trascendencia que parece estár sufriendo Óscar. Elena sólo es Dios cuando es vista a través de los ojos de Óscar. La realidad es tal y como se nos presenta al inicio de la conversación: normal, de carne.
Ésto no se mantiene así durante mucho tiempo, pues el absurdo de nuevo, la cotidianidad de los días, la inercia, entra en escena cuando empiezan a hablar de la comida familiar. En éste momento Elena pierde su condición divina, aparece ella también iluminada, insegura, ante Óscar, el cual toma una actitud más segura de si misma y la rodea con sus brazos. Conforme Óscar comienza a interceder con la vida real de Elena, su familia, ésta deja de ser inaccesible, se rebaja a su plano, y hay incluso cierta violencia de Óscar hacia Elena cuando hablan de la comida de su madre. Sólo cuando destronamos al ente sagrado podemos realmente interceder con él.
Aun así no podrá permanecer en este estado de soberbia, ya que pronto Elena vuelve a la trascendencia, a lo importante, dejando a un lado lo fútil e innecesario. Óscar es incapaz de aceptar en su totalidad que el entorno divino lo acepte, por su rechazo de sí mismo, y debe crear narrativas alternativas para justificarlo. Elena trata de evitar que vuelva a desconectar de la situación, pero se le hace imposible. 'Meta-física' reza sobre el cuadro que atrapa a Óscar, caras misteriosas y desconocidas le sonrien, lo surreal le envuelve por su misma incapacidad ante lo real, y las sombras tiemblan a su alrededor anunciando el pronto desmoronamiento de la situación.
Evitando el acceso a la locura, a la inseguridad, a si mismo frente a Elena, decide excusase, y esta vez sale físicamente de la habitación, para volver a estar solo y no sólo con sus pensamientos.
No es fácil en las situaciones tensas, en las que nos encontramos bajo una presión real o imaginaria, mantener la cordura, saber diferenciar entre nuestras emociones y lo objetivo. Así Óscar se encuentra con J. (Javier Temprado), el cual, sereno, bebiendo cerveza, oculto tras unas gafas de sol, le canta como quien canta a su gran amor. El servicio, donde Óscar esperaba encontrar intimidad, es invadido por un agente extraño, del cual Elena parece no saber nada.
Nuestros fantasmas nunca vienen solos, y siempre tienen un plan, un motto. Así, J. parece reunirse con otros individuos de igual corte grotesca. Entramos así a ser partícipes de la enajenación de Óscar, pues igual que él vivimos sus fantasmas como seres reales: y es que para un loco nada más real hay que sus miedos y fantasías. Observándolos nosotros como reales entramos en su proceso de enajenación.
Elena no está ahí sino para liberar a Óscar, y la danza reluce por su componente expresiva y destructora de cadenas. Más conciliadora baila para él, con su continuo cigarro encendido, su sonrisa concesora y llena de vida, se establece una dualidad clara entre sus movimientos y los de Óscar. Ésto genera también una sensación de incomodidad; y es que no hay liberación sin violencia, no hay libertad sin lucha. Aunque intenta vencer sus miedos, es incapaz.
Ella sigue bailando, tratando de inducir a Óscar, pero vemos como pronto pierde su conexión con él y comienza a bailar para ella sola, creando más distancia todavía que la física que en el momento les separa, perdiendo su apariencia de debilidad pasando de un plano picado a contrapicado. Canta, gesticula, y parece un ser de otro calibre comparada con Óscar. La Mujer, si bien sus instintos son divinos y no busca sino mejorarnos, peca a veces de falta de consciencia frente a los problemas que no entiende. Su éxtasis no es más que contraproducente para nuestro beato.
Vuelve a excusarse, pero esta vez es diferente y la oscuridad se prevee en su rostro: esta vez se está entregando a los brazos de la locura, no trata huir de ella, viaja al pozo más profundo de su ser (o del ser de su amada), como un ciego a tientas esperando encontrar algo que le ayude a continuar.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Bobol I: Introducción
(( Me he planteado analizar desde una
perspectiva personal el mediometraje que hará dos años grabamos mi
grupo de amigos. Ricardo Jornet nos propuso escribir cada uno una
intervención en el guión, para ser posteriormente interpretado por
nosotros mismos, dirigidos por él. Además el corto tendría otra particularidad: debía ser
grabado en 24 horas.
Los comentarios aquí vertidos son
personales y no tienen por qué coincidir con la opinión de sus
creadores, ni mucho menos ser conscientes de las mismas. Se trata,
como ya he mencionado, de un análisis personal.
Dada la duración del mediometraje,
unos cuarenta minutos, lo dividiré en diferentes entradas, cada una
acompañada de su correspondiente vídeo que editaré en función del
texto escrito. En caso de que quieran visionarlo en su unidad, pueden
acceder a él a través de este link. Recomiendo, evidentemente, ver cada clip antes de leer el texto.
Ante todo, ésto es un homenaje a mis
amigos, a nuestro grupo, a nuestro tiempo.))
El infierno, aunque inmutable, sólo
se nos aparece a través de la contingencia de los días. No hay
grandes gestas como en la literatura clásica, ni héroes magnánimos
que se enfrentan a la Historia. El infierno es accesible a todos por
su justa facilidad para aparecer en los distintos momentos de nuestra
vida, y todos debemos enfrentarnos y escapar de él, aunque tengamos
la seguridad de que más tarde volverá a aparecer.
Si hablamos del infierno debe existir
un Dios, y hablando de él empieza su monologo Óscar (Roy W. Cobby), el protagonista
de nuestro cortometraje 'Bobol'. Si bien liberado desde joven de su
influencia, es cuestión de tiempo que rellene este espacio simbólico
con alguna otra entidad, y ésta será la que haga posible la
existencia de este tormento del espíritu, al que sólo acceden los
creyentes; en nuestro caso, los enamorados.
Pues es Óscar quien es guiado por el
espíritu de los Sabios, e indagando en el alma humana a través de
diferentes formas del Arte y Ensayo, concluyó no podía haber fuerza
superior que aquella que despierta la mujer en el espíritu del
hombre, pues infudía en el individuo esa exaltación sólo
atribuible a los Dioses griegos en sus amados guerreros, y perpetuada
en la historia occidental por la “Iluminación” que otorgaba el
camino del Señor. Así pues, si el Amor era ese sentimiento
original, la Mujer debía ser Dios.
Merece un inciso plantearnos por qué no tomar la vía de Bakunin, y liberarnos de un Dios que se eleva por encima de nosotros. Si llegamos a la conclusión, como suponemos hizo Óscar, de que a través de él encontramos la catarsis, la exhaltación de nosotros mismos, es decir el Arte, en cualquiera de sus formas, y por ende el proceso creativo, siendo quién nos permite ese acceso al Absoluto, esa materialización de lo Infinito en lo finito, matar a un ente tan bello no supondría sino un sacrificio demasiado grande. Óscar debía crear un Dios, le dijo la Historia, si quería acceder a la Estética, aquella de la que le hablaron los Sabios.
Merece un inciso plantearnos por qué no tomar la vía de Bakunin, y liberarnos de un Dios que se eleva por encima de nosotros. Si llegamos a la conclusión, como suponemos hizo Óscar, de que a través de él encontramos la catarsis, la exhaltación de nosotros mismos, es decir el Arte, en cualquiera de sus formas, y por ende el proceso creativo, siendo quién nos permite ese acceso al Absoluto, esa materialización de lo Infinito en lo finito, matar a un ente tan bello no supondría sino un sacrificio demasiado grande. Óscar debía crear un Dios, le dijo la Historia, si quería acceder a la Estética, aquella de la que le hablaron los Sabios.
El sentimiento religioso, pues, anega a la
persona, dejándola en ese estado de enajenación frente a la obra
del Señor, y así consideramos todas sus formas como divinas, que
nos aterran e intimidan. El monje, el fraile, vive de la mera
contemplación y discurso de dicha obra, siendo piadoso con ella,
dejando a otras formas de religiosidad el actuar frente a las mismas. Óscar pertenece esa primera forma pura de profesar su fe, más pura y
teórica, mientras sus amigos y compañeros jugueteaban directamente
con Dios y sus formas.
Pero como todo hombre de fe, ésta
debe ser puesta a prueba para comprobar si es verdadera, y así es como
Elena (Sara Picó) aparece, como irruptora directa del Dios que acepta interceder
con el individuo, aceptándolo, pero todavía ella perteneciente a la divinidad no
alcanzada: Óscar, estático, permanece impasible e inmanente en el
chalé de Elena, rodeado de vivos colores y graciosas formas, un
lugar completamente ajeno al ascetismo que de él podríamos
imaginar, y aun así abstraído en sus pensamientos. Elena, sin
embargo, entra y sale del plano, dueña de él, moviéndose de manera
grácil, distendida. Fuma y el humo la envuelve, misteriosa de negro
y ajena a la aparente realidad de Óscar, se presenta como una figura
peligrosa pero encantadora.
Debe ser Elena la que se acerque a Óscar para que despierte de su monologo interior, expulsándolo así
del plano consciente en el que tan seguro se encontraba y obligándole
a enfrentarse así con su nuevo infierno particular: la relación
Real con el ente sagrado.
viernes, 14 de noviembre de 2014
Cuatro perdones
I.
Externo futuro,
no lo quiero, te rehuyo.
Anduviste solo,
y sólo es tuyo.
Sentiste mal,
no hay escudo.
II.
Externo pasado,
dudoso, escarpado.
Maldito lo dado,
pero yo, escapo.
Será el rato
de sentir lo sacrificado.
III.
Interno futuro,
el más tierno, el más duro.
Lo precioso, lo puro.
Sentimiento obtuso:
no Perfecto, pero segundo.
Si bien bueno, roto.
Lo siento y no es poco.
IV.
Interno pasado,
por fin llegamos.
Va clareando,
el sol renace,
horizontes renovables.
Sentiré todo lo creable.
Externo futuro,
no lo quiero, te rehuyo.
Anduviste solo,
y sólo es tuyo.
Sentiste mal,
no hay escudo.
II.
Externo pasado,
dudoso, escarpado.
Maldito lo dado,
pero yo, escapo.
Será el rato
de sentir lo sacrificado.
III.
Interno futuro,
el más tierno, el más duro.
Lo precioso, lo puro.
Sentimiento obtuso:
no Perfecto, pero segundo.
Si bien bueno, roto.
Lo siento y no es poco.
IV.
Interno pasado,
por fin llegamos.
Va clareando,
el sol renace,
horizontes renovables.
Sentiré todo lo creable.
viernes, 24 de octubre de 2014
Contando
Si pasan
los años, y
terribles
unidades
no nos
han separado,
significa
que siempre
entregas
lo pactado.
Si la
única unidad
que no
existe es la propia,
le canto
a ella, preciosa;
el Yo
sólo es historia.
¿Cual
será nuestra edad?
mi edad y
el mundo están
contando
sin parar.
Yo ahora
sólo cuento
la
métrica del verso:
Gracias
por mil momentos.
martes, 14 de octubre de 2014
Costumbrismo onírico
Al igual que los acordes de piano que ahora se escuchan, al igual que las notas suenan suave y mágicamente, los días se deslizan por la Historia. Y no hay nada de trágico en ello. Visto en perspectiva, todo es bonito. Algo así pasa con los sueños; con los buenos sueños, por lo menos.
Hoy soñé con la Muerte, con la
Muerte de seres cercanos y queridos. Lloré en mi cama, en mis
sueños, y sentí el peso de la Realidad, más pesado que nunca. Pero también
soñé con la Esperanza, con el Recuerdo, con la Emoción; y por supuesto,
con el Amor: con el Amor trascendente mirando al horizonte por encima
de los pinos en mi balcón. Con el Amor pidiéndome Paciencia, con la
Paciencia otorgándome el Amor. Quise llegar a morir en mi sueño de
tristeza, del mismo modo que después quise morirme de felicidad. La
vida, me imagino, debe ser algo así, si se pudiese despertar de
ella. En perspectiva debe dejarnos tan sólo ese sentimiendo de lo
extraordinario, más allá del bien y del mal.
No sé como se desarrollará todo, y ojalá que lo supiésemos. Pero
tampoco anoche cuando me acosté pensaba
que pudiese tener tales visiones oníricas, y tampoco mientras soñaba
era consciente de que aquello me haría sentir como tal. Triste es
refugiarse en los sueños, y años más duros me ha hecho pasar esa
postura, pero se trata de algo distinto: no es querer sustituir la Vida
por la onírica, ni considerar ésta peor que la otra; se tratá
de entender la magnitud de la vida misma, que a veces olvidamos, a
través del Sueño, que se nos muestra tan espectacular y mágico
como, en el fondo, la Vida también es. Del mismo modo que no sabes
qué soñarás esta noche, quizá mañana se resuelva todo.
Y nunca hablé de grandes sueños,
dónde se anda sobre la superficie del Sol o se conquistan grandes
ciudades. No, y nunca los tuve. Los sueños de verdad son los que
evocan a la realidad en su plano más simple, en el de las acciones
cotidianas, en el costumbrismo más puro. Comprar el
pan, llegar a clase, coger un tren: éstos son los que son capaces de
hacernos entender la futilidad y la grandeza del día a día. Aunque
continua, la existencia no tiene porque dejar de ser brusca y ésta
puede hacernos tambalear. Aunque cotidianos, en nuestros días se
esconden las mayores perlas, como en nuestros sueños.
lunes, 13 de octubre de 2014
Cordura
Hilo a hilo se deshilvana. Primero una
sonrisa extraña, después una carcajada traicionera, finalmente una
mirada divertida y compasiva. Del mismo modo que se gestó y nutrió
durante tanto tiempo, ahora, poco a poco, se deshilacha: y es que no
se trata de destruir un bordado, que bien fácil sería: fuego y
fuerza. No, se trata de algo bien distinto: con quizá más sutileza
que la necesaria para formarlo; aplicando pequeñas presiones en
grandes idiosincrasias; estirando un poco del narcisismo, otro tanto
de la paranoia, y sin olvidar jamás las neurosis; con mirada de
sastre manteniendo todo en (des)orden.
Hilo a hilo, neurona a neurona, idea a
idea: pronto la estructura habrá cedido y sólo quedarán de ella
escombros; éso sí, escombros perfectamente definidos, no
irregulares e informes como cuándo destruimos un castillo, si no más
bien, y como ya hemos dicho, finos hilos. ¡Finos hilos que en su
conjunto formaban lo único que había en nosotros! Y de ellos todo
queda todavía, pero separados de sus hermanos, de su eterno abrazo,
ya de nada servirán y nada podrán ser.
Hilo a hilo se deshace, y para
deshacer tuvo que formarse primero; y es que así es el estado
natural de las cosas: el Monstruo sólo aparece cuando las fibras no
encuentran a sus camaradas. Costuras rotas dejan escapar fantasmas
nocturnos; y enfermedades recursivas, mezcladas con la curiosidad,
hacen que hurguemos frenéticamente en dicho agujero; y con ello, una vez más, el
mantel desune sus conexiones, que tanto valor tenían.
Hilo a hilo; y cada vez tengo más
ovillo que encaje. Ovillo que antaño fue mi yo, mi ser, mi esencia;
encaje que es lo que queda de ello. Desestructurado, como tantos
filósofos del siglo XX nos querían ver, y sin formas en la
consciencia, me tambaleo buscando una costurera que reponga mi cordura. '¡Unos pequeños parches aquí y allá!' grito por los
pasillos de la Facultad, de mi casa, en la ciudad. Y como el loco que
busca a Dios con su linterna a plena luz del día, deambulo con aguja
e hilo, inconsciente de ser yo mismo quien deshace todo encaje, convirtiendo cordel en locura.
jueves, 9 de octubre de 2014
Mañana
Si bien su grito sordo no despertó a
nadie, pues no había a quien despertar allí, el Buitre que sobrevolaba la grotesca escena graznó,
augurando el futuro del cadáver que tendido se encontraba en el
suelo. Esperanza reposaba en su charco de sangre, inmóvil y con
ojos abiertos; ojos vacios, sin mirada ni espíritu, paralizada para
siempre en la oscura noche. La Luna iluminaba sus rubios
cabellos, que poco a poco se teñían de rojo, y se aterrorizaba a cada segundo ante el miserable acto perpetuado por
Soberbia, que ahora limpiaba con su pañuelo de seda blanco la
empuñadura del bastón que manchado de sangre se encontraba. Con
sumo cuidado, con suma delicadeza, eliminaba las gotas del humor rojo
de Esperanza, contemplándolas, adorándolas, acercándolas incluso a
su fina nariz para inspirar con tremendo goce y lujuria el aroma de
éstas.
Sinceridad temblaba a su lado,
horrorizada como la Luna y como ella estupefacta, sin poder apartar
la mirada del cuerpo sin vida de su compañera. Soberbia examinó por
última vez el baston y sonrió. Impoluto como él habia quedado. Sin descansar ni un
segundo su mirada sobre Esperanza, alargó el bastón y se lo entregó
a su pareja, que seguía siendo incapaz de pensar en otra cosa que en
aquellas bellas facciones, en aquel bello cuerpo que ahora
descansaba sobre la árida arena, formando una figura grotesta y siniestra. Soberbia sonrió y después miro al Buitre.
Como el Buitre devorará
sus carnes,
ella devoraba tus ideas y
aspiraciones.
Como la Luna ilumina la
escena,
yo vine a entregarte más
verdad que ella.
No lamentes lo que siempre
quisiste
pues ahora tienes más que
nunca:
la libertad de no tener
cadenas,
de no esperar de la vida
ni glorias ni condenas.
Sinceridad cayó sobre sus
rodillas y sollozaba en silencio, mientras Soberbia miraba al cielo
como sólo él sabía hacer. Con infinito desprecio hacia la creación
de Dios empezó a reir, y continuó su cántico.
Nunca nada pudiste hacer
pues tu naturaleza es sólo
decir
lo que sientes, y nada
cambiar.
Si ahora te entrego las
llaves,
¿por qué lloras frente a
la libertad?
Los llantos de Sinceridad
se apagaron de pronto, y con ello su temblor cambió de padecer.
Apretó los dientes, los puños, el alma, y se levantó, con la cara
empapada pero el corazon ardiente. Miro a Soberbia como nunca había
mirado a nadie, y comenzo a gritar anegado en su furia.
¡No entendiste nada y
nunca entenderás!
No quiero nada si no se
puede esperar.
¡Ella lo era todo, no
podía pedir más!
Si bien raíz y fruto del
sufrimiento
¡Esperanza me aventaba
cada mañana!
Tú no entiendes, y estás
muerto como ella,
y en tu infinita tristeza
me arrebataste
la única fuerza que me
quedaba.
Soberbia no tiene más
expresión que su sonrisa burlona, y con ella en la cara miraba los
ojos vidriosos de su compañero. Volvió a mirar al cielo, al Buitre
y a la Luna. Aquel graznó contento y la Luna pareció darle la
espalda.
Habrá que cambiarte el
nombre
si tal es la verdad que
escondes.
¡Oh, Sinceridad y
Esperanza!
Preciosa pareja, increíble
matanza.
Nunca fuiste muy
inteligente,
pero ahora adquirirás ese
Don.
¡Buenas noches,
Sinceridad!
Hasta nunca, a descansar,
ya no se te necesita
en este mundo
que llamaremos 'del Mañana'.
que llamaremos 'del Mañana'.
Y así el Buitre descendió a comer la carne de Esperanza, dejando de ella sólamente la sangre roja de su espíritu, que la Tierra bebió, cambiando así para siempre, quedando de Esperanza tan sólo su recuerdo. Y
así, por influjo de la sonrisa macabra de Soberbia y de su impuro
acto, Sinceridad se convirtió en Cinismo, el Buitre graznó de
alegría, y la Luna lloró con las estrellas detrás de las nubes.
martes, 7 de octubre de 2014
Presente y Belleza
El vértigo cada vez se hace más
palpable en la densidad de los días, y la atmósfera cargada de la
ciudad nunca ayudará. Quizá tenga el paso del tiempo la culpa de
todo ésto, o quizá el cambio del espacio; no lo sé. Ni siquiera
sé si algo ha cambiado o todo ha sido siempre así, y soy yo el que ahora ve el mundo con otros ojos. El cinismo que antaño sirvió de
tanque contra lo extraño y difícil se vuelve ahora una masa informe
que no otorga respuestas ni actitudes, pero que envuelve todo y todo
es suyo. Ya no hay en mi ni valores, ni esperanza, ni nada. No hay ni
Ser en los días más pesados. La sinceridad tiene un color que no
recordaba fuese así, y me hace preguntarme si ése fue siempre su color, o si algo ocurrió con ella. Todo lo que parecía
sustentar, crear o impulsar a resultado no ser. Y sólo queda ese
cinismo: ese desprecio divertido hacia lo ajeno, esa indiferencia
cansada hacia lo propio.
Sólo parece quedar la estética, y lo
trascendente no será sino una visión especial de esta última. No
queda nada, o quizá nunca hubo nada, más que la belleza. Belleza,
sí, pero triste, efímera, sin razones ni aspiraciones, una belleza
presente y fugaz que nada dejará pues no hay nada que dejar; no hay
nada dónde dejar nada, sólo existen esos pequeños destellos de
fuegos artificiales que la belleza, en su sentido más amplio, crea
en nosotros y nos hace sentir que éso es lo verdaderamente
importante. Pero la belleza es hueca, inconsistente, pasajera, y
detrás de esas luciérnagas de esperanza no hay sino de nuevo la
Nada, y sobre ella nada se puede construir, creer o esperar.
jueves, 18 de septiembre de 2014
Metas ideales
El espacio en su componente ideal, y
con ésto me refiero a la generación del mismo desde el plano imaginario, tiene una componente completamente ideológica. La misma
palabra 'meta' o 'destino' nos permite intuir como todo este plano de
ambiciones se mueve en lo meramente espacial: uno desea
principalmente llegar a tal cosa, mientras que cuándo se consiga
suele relegarse a un segundo plano. Así, creamos espacios
imaginarios y los convertimos en nuestros objetivos. Encontramos aquí
un primer problema, quizá de vital importancia en lo referente a los
deseos: lo espacial sí es algo tangible y real que no puede
compararse con nuestra sustancia pensante, y así como jugábamos con el tiempo y nuestra experiencia, no se puede hacer del mismo modo con
el espacio.
Generamos ideas que buscan crear un
espacio físico que emule nuestros mismos deseos. Necesitamos de esa
base Real para poder considerar como ciertos nuestros anhelos. Uno se
da cuenta rápido de cómo ésto causará, más pronto o más tarde,
toda una serie de problemas inherentes al mismo planteamiento: no
estás creando una idea abstracta dónde pueda caber todo un conjunto de
situaciones que proporcionarán una felicidad, sino que al contrario,
creas un sólo elemento excluyendo a todos los demás, creas una idea no-Abstracta. Estas ideas no-Abstractas deben ayudarnos a funcionar
en la inmediatez del presente, no en la planificación del futuro, ya
que este último es múltiple y desconocido, y necesitamos de ideas
abiertas que engloben el máximo número de posibilidades, al contrario
del presente que es fijo e inamovible, dónde necesitamos una idea
clara que lidie con esa realidad inmediata.
La rigidez de lo físico es
incompatible con la naturaleza del deseo. Si bien esa idea,
llamémosla espacial, es sólo una manera de entender el deseo en sí,
es cuestión de tiempo que acabe convirtiéndose en el deseo mismo,
eliminando así todo el entorno de situaciones que también suponían
un deseo, reduciéndose así a un sólo punto, a una sóla situación.
Vemos aquí como ha ocurrido algo bastante común en nuestra
experiencia cotidiana: estoy hablando de la Idealización. Si bien
todo empezó como la búsqueda de algo que nos hiciese felices,
acabamos convirtiendo esa herramienta de la abstracción espacial en
la felicidad misma. Olvidamos que utilizamos esa situación como
simple ejemplo de otras muchas que pudiesen habernos hecho felices, y
acabamos creyendo que tan sólo ésa será la que podrá
realizarnos.
Hay que evitar este reduccionismo en
el mundo de los deseos. Tenemos que entender que nuestro rango para
disfrutar de situaciones es mucho más amplio que aquel que hemos
imaginado como las situaciones que podríamos disfrutar. Estas
situaciones son sólo ejemplo de un espacio mucho más grande, una
selección aleatoria, quizá más o menos representativa, pero jamás
el conjunto completo. Entender de este modo las ideas que
consideramos como ambiciones nos ayudará a entender que es lo común
de todas ellas, y en definitiva, aceptar que son más las situaciones que nos aportarán en un futuro felicidad.
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Tiempos lejanos
Escapamos del entorno y creamos vidas diferentes. Llegamos a nuevos destinos y formamos distintas realidades que allí quedarán restringidas para siempre. El yo, que jamás será ya una unidad tan indivisible como antes, se desperdiga por el globo y la máxima unidad en la que se puede pensar es la física. Nuestra psique, nuestra experiencia; como he dicho, nuestro yo, ya no es uno. Allí quedarán nuestros recuerdos, que son la única base para generarnos.
Siempre nos quedará el volver, y la esperanza de encontrar de nuevo allí el yo que dejamos, el espacio donde fuimos. El espacio afortunadamente sólo puede cambiar, pero permanecerá allí a la espera de un reencuentro, de una resurrección de ese yo allí creado. Desgraciadamente, existe una propiedad inherente al espacio en sí que hace imposible ese verdadero regreso, que nos aleja de aquel yo, que le quita sentido y lo hace aberrante: el espacio necesita de su delimitado tiempo, y a éste no se puede volver; quizá más interesante es que no se pueda llegar si quiera.
Podemos jugar con el espacio, idas y venidas serán constantes en nuestras vidas, pero el tiempo es inhumano, e intentar retar su linealidad nos hará chocar contra el muro de lo Real. El tiempo y el espacio son indisolubles, así cuándo haya un yo en un espacio distinto, lo habrá del mismo modo en un tiempo distinto: en una línea de tiempo distinta, paralela a aquélla que se sigue generando en el sitio abandonado, pero que existe de igual modo. Un avión nos permitirá movernos a nuestro antojo entre los distintos espacios, pero jamás entre las distintas líneas generadas en cada uno de los mismos.
El tiempo es una herramienta para ordenar el cambio, y el cambio será siempre irreversible, el progreso histórico avanza hacia delante, es una línea recta donde se podrán encontrar similitudes entre distintos puntos, pero siempre serán éso: distintos.
El yo que vuelve es distinto al que dejas en tu anterior destino, al que sería si no te hubieses ido, al que sería si te hubieses quedado, al que será si regresases de tu regreso: son líneas del yo paralelas, y no puedes unificarlas ni saltar entre ellas, son independientes y escapan a nuestro control. La línea del sitio en sí te absorbe cuando a ella llegas, y te escupe de igual manera cuando de allí escapas. No podrás llevarte contigo jamás esa parte de ti, y no por el espacio, sino por el tiempo. Esa parte del yo quedará para siempre allí relegada, y al tiempo pasado jamás se podrá regresar.
Javier, te dedico especialmente este fragmento a ti por ser todo lo que eres, y en menor medida a todos aquellos que se fueron en algún momento a algún otro sitio, y por ende a algún otro tiempo. El yo se desmiembra y ya no sabremos nunca con seguridad dónde y cuándo está. Así pues, esperemos la disección como la mejor posibilidad de conocernos como verdaderamente somos, allí y aquí, en el ahora de aquí y en el ahora de allí.
Siempre nos quedará el volver, y la esperanza de encontrar de nuevo allí el yo que dejamos, el espacio donde fuimos. El espacio afortunadamente sólo puede cambiar, pero permanecerá allí a la espera de un reencuentro, de una resurrección de ese yo allí creado. Desgraciadamente, existe una propiedad inherente al espacio en sí que hace imposible ese verdadero regreso, que nos aleja de aquel yo, que le quita sentido y lo hace aberrante: el espacio necesita de su delimitado tiempo, y a éste no se puede volver; quizá más interesante es que no se pueda llegar si quiera.
Podemos jugar con el espacio, idas y venidas serán constantes en nuestras vidas, pero el tiempo es inhumano, e intentar retar su linealidad nos hará chocar contra el muro de lo Real. El tiempo y el espacio son indisolubles, así cuándo haya un yo en un espacio distinto, lo habrá del mismo modo en un tiempo distinto: en una línea de tiempo distinta, paralela a aquélla que se sigue generando en el sitio abandonado, pero que existe de igual modo. Un avión nos permitirá movernos a nuestro antojo entre los distintos espacios, pero jamás entre las distintas líneas generadas en cada uno de los mismos.
El tiempo es una herramienta para ordenar el cambio, y el cambio será siempre irreversible, el progreso histórico avanza hacia delante, es una línea recta donde se podrán encontrar similitudes entre distintos puntos, pero siempre serán éso: distintos.
El yo que vuelve es distinto al que dejas en tu anterior destino, al que sería si no te hubieses ido, al que sería si te hubieses quedado, al que será si regresases de tu regreso: son líneas del yo paralelas, y no puedes unificarlas ni saltar entre ellas, son independientes y escapan a nuestro control. La línea del sitio en sí te absorbe cuando a ella llegas, y te escupe de igual manera cuando de allí escapas. No podrás llevarte contigo jamás esa parte de ti, y no por el espacio, sino por el tiempo. Esa parte del yo quedará para siempre allí relegada, y al tiempo pasado jamás se podrá regresar.
Javier, te dedico especialmente este fragmento a ti por ser todo lo que eres, y en menor medida a todos aquellos que se fueron en algún momento a algún otro sitio, y por ende a algún otro tiempo. El yo se desmiembra y ya no sabremos nunca con seguridad dónde y cuándo está. Así pues, esperemos la disección como la mejor posibilidad de conocernos como verdaderamente somos, allí y aquí, en el ahora de aquí y en el ahora de allí.
viernes, 22 de agosto de 2014
El no-Abstracto
El mundo de las Ideas ha supuesto un eje central en el desarrollo de nuestra cultura occidental, y debemos ser conscientes del peso del mismo incluso en nuestra actual vida cotidiana. Todavía hoy arrastramos el dualismo cuerpo-mente: consideramos las personas tienen una esencia íntima, impermutable y constante en su existencia; si bien no la llamamos alma, pues vivimos en una sociedad progresista y laica, sabemos se trata del mismo concepto. La Teoría de las Ideas sigue vigente, y funcionando, hoy en día. Ahora bien, aunque aquí veamos como malinterpretada la consciencia, una intrusión de la filosofía especulativa en lo que debiese ser terreno de la filosofía de la ciencia, no debemos desechar por ello lo que ésta misma nos pueda facilitar.
Ordenamos la realidad, y para ello necesitamos de Ideas, de conceptos; en definitiva, lo que nos permite ordenar es anteriormente haber abstraído, el Abstracto. Cualquier espacio en el cual el hombre se pueda mover, estará siempre plagado de dichas abstracciones. "Messi deja el fútbol porque se ha dado cuenta de que los goles son abstracciones". Comentarios absurdos a parte, cuanto uno más haya progresado en su educación académica, más consciente será de la importancia de dichas abstracciones. Ahora bien, ¿tienen un propósito dichas abstracciones en nuestro día a día? ¿Son tan sólo útiles para el conocimientos, o también tienen una razón práctica?
Escojamos la realidad práctica por excelencia que todos tendremos que desarrollar en alguna ocasión dada nuestra situación como entes biológicos: la seducción. Con todo, necesitamos de Ideas, Abstracciones que nos permitan entender la situación dada, Ideas como Mujer, Hombre, Situación, Lugar, Relación, Contacto, Lenguaje, Conversación... Pero con todo, y los que vivamos con constancia en el mundo de las Ideas lo comprobaremos con más frecuencia de la deseada, no es suficiente. Las Ideas no son capaces de realizarse como tal en la Realidad, y aunque aquellas sean justamente una Abstracción de ésta, es esa misma cualidad globalizadora la que nos impide acceder por completo a la realidad de la práctica, ya que toda práctica será siempre un hecho puntual, cerrado y acotado en el tiempo y en el espacio, con sus determinadas condiciones de inicio y final. Así pues, lo que fue descubierto/creado para el conocimiento, puede llegar a chocar frontalmente con la Práctica, porque condiciona y limita nuestra capacidad de acción en el momento en sí, en la situación misma y no en la abstracción de situaciones.
Necesitamos un no-Abstracto para lidiar con la Práctica, y es interesante porque se trata de una Idea, aunque lo que trate justamente es de eliminar esa abstracción que nos impide actuar con total libertad, y por ende, óptimamente. Postulo, volviendo a mi ejemplo inicial, que debemos eliminar de la seducción las Ideas mismas que la forman, pues debemos aceptar y manejar el momento tal y cómo se nos viene dado: esa chica, ese bar, esa noche y esas estrellas. Desde luego que seguimos jugando en el mundo de las Ideas, y la anterior enumeración son Ideas, pero no son ni la Chica, ni el Bar, ni la Noche y ni las Estrellas; pertenecen a un nuevo conjunto: el del no-Abstracto. No se trata, pues, de prescindir de las Ideas, sino al revés: debemos redefinirlas.
Si fuésemos capaces de manejar el no-Abstracto, en su categoría de Idea, como manejamos lo Abstracto, habríamos conseguido la aplicación de esta teoría para el Conocimiento en el mundo de la Práctica, y estoy seguro de que es algo que necesitamos hoy en día más que nunca: ser capaces de generar Ideas en la inmediatez del Presente, y no venir de casa con las Ideas formadas. Necesitamos del no-Abstracto para poder relacionarnos en este Mundo actual, frenético, cambiante, con inmensa cantidad de estímulos e individuos. Debemos de liquidificar el mundo de las Ideas.
Ordenamos la realidad, y para ello necesitamos de Ideas, de conceptos; en definitiva, lo que nos permite ordenar es anteriormente haber abstraído, el Abstracto. Cualquier espacio en el cual el hombre se pueda mover, estará siempre plagado de dichas abstracciones. "Messi deja el fútbol porque se ha dado cuenta de que los goles son abstracciones". Comentarios absurdos a parte, cuanto uno más haya progresado en su educación académica, más consciente será de la importancia de dichas abstracciones. Ahora bien, ¿tienen un propósito dichas abstracciones en nuestro día a día? ¿Son tan sólo útiles para el conocimientos, o también tienen una razón práctica?
Escojamos la realidad práctica por excelencia que todos tendremos que desarrollar en alguna ocasión dada nuestra situación como entes biológicos: la seducción. Con todo, necesitamos de Ideas, Abstracciones que nos permitan entender la situación dada, Ideas como Mujer, Hombre, Situación, Lugar, Relación, Contacto, Lenguaje, Conversación... Pero con todo, y los que vivamos con constancia en el mundo de las Ideas lo comprobaremos con más frecuencia de la deseada, no es suficiente. Las Ideas no son capaces de realizarse como tal en la Realidad, y aunque aquellas sean justamente una Abstracción de ésta, es esa misma cualidad globalizadora la que nos impide acceder por completo a la realidad de la práctica, ya que toda práctica será siempre un hecho puntual, cerrado y acotado en el tiempo y en el espacio, con sus determinadas condiciones de inicio y final. Así pues, lo que fue descubierto/creado para el conocimiento, puede llegar a chocar frontalmente con la Práctica, porque condiciona y limita nuestra capacidad de acción en el momento en sí, en la situación misma y no en la abstracción de situaciones.
Necesitamos un no-Abstracto para lidiar con la Práctica, y es interesante porque se trata de una Idea, aunque lo que trate justamente es de eliminar esa abstracción que nos impide actuar con total libertad, y por ende, óptimamente. Postulo, volviendo a mi ejemplo inicial, que debemos eliminar de la seducción las Ideas mismas que la forman, pues debemos aceptar y manejar el momento tal y cómo se nos viene dado: esa chica, ese bar, esa noche y esas estrellas. Desde luego que seguimos jugando en el mundo de las Ideas, y la anterior enumeración son Ideas, pero no son ni la Chica, ni el Bar, ni la Noche y ni las Estrellas; pertenecen a un nuevo conjunto: el del no-Abstracto. No se trata, pues, de prescindir de las Ideas, sino al revés: debemos redefinirlas.
Si fuésemos capaces de manejar el no-Abstracto, en su categoría de Idea, como manejamos lo Abstracto, habríamos conseguido la aplicación de esta teoría para el Conocimiento en el mundo de la Práctica, y estoy seguro de que es algo que necesitamos hoy en día más que nunca: ser capaces de generar Ideas en la inmediatez del Presente, y no venir de casa con las Ideas formadas. Necesitamos del no-Abstracto para poder relacionarnos en este Mundo actual, frenético, cambiante, con inmensa cantidad de estímulos e individuos. Debemos de liquidificar el mundo de las Ideas.
viernes, 15 de agosto de 2014
Café
Hay cierto cansancio mágico,
trágico si no se duerme mucho,
insomne e instigador de mundos.
Agujeta mental en la cabeza,
desesperado metal que no despierta
anclado, sellado con seguridad extrema.
Mirada agotada abdica
abrazada a la peor de las ráfagas,
y nada refleja callada.
¡Clamor de las oscuras noches
que cantan al alba sagrada!
trágico si no se duerme mucho,
insomne e instigador de mundos.
Agujeta mental en la cabeza,
desesperado metal que no despierta
anclado, sellado con seguridad extrema.
Mirada agotada abdica
abrazada a la peor de las ráfagas,
y nada refleja callada.
¡Clamor de las oscuras noches
que cantan al alba sagrada!
viernes, 8 de agosto de 2014
Si
Si por más que busques, desesperas;
si por más que haya, nada queda;
si por más que renuncies, te entregas;
si por más que huyes, regresas;
si es que por la noche imperas,
si es que las ventanas anhelas,
si es que el símbolo espera,
si es que los espejos no reflejan,
si porque todavía es temprano,
si porque además llueve extraño,
si porque incluso en enclave lejano,
si porque aun hay luz de antaño,
si por más que realidades enteras,
si es que de ellas algo queda,
si porque ahora sólo la sueñas,
¿dónde se encuentra la respuesta?
si por más que haya, nada queda;
si por más que renuncies, te entregas;
si por más que huyes, regresas;
si es que por la noche imperas,
si es que las ventanas anhelas,
si es que el símbolo espera,
si es que los espejos no reflejan,
si porque todavía es temprano,
si porque además llueve extraño,
si porque incluso en enclave lejano,
si porque aun hay luz de antaño,
si por más que realidades enteras,
si es que de ellas algo queda,
si porque ahora sólo la sueñas,
¿dónde se encuentra la respuesta?
miércoles, 6 de agosto de 2014
Finitud
¿Qué nos otorga la finitud del
presente? No hablo de la evidente realidad que se cierne sobre
nosotros que es la muerte, sino de un concepto mucho más cotidiano
de finito que experimentamos diariamente, en cada evento, en cada
conversación, en cada relación: el tiempo es lineal, se mueve a
través del eje X, por lo tanto cada fragmento, cada estado, cada
momento de tu vida se puede dividir en intervalos cerrados y
acotados. Más allá de la jerga matemática, quiero explicar que
durante el transcurso de nuestra vida todo tiene principio y final;
todo es finito, no sólo la vida en sí; todo nace y todo muere en
nuestras vidas; no sólo nosotros mismos somos mortales, sino también
todo aquello que nos concierne.
Existe este famoso pensamiento, para
muchos conocido de la mano de Brad Pitt en Troya de Wolfgang
Petersen, de que lo mortal nos permite disfrutar de la experiencia
dado que en cualquier momento ésta se puede acabar. Si bien es
cierto, y podemos intuir cierto hastío en la experiencia infinita,
no podemos olvidar lo que conlleva: quedarnos con una y sólo una de
las miles de oportunidades que ofrecía un momento y un lugar. Este
último pensamiento tampoco es nuevo, Bergson ya era consciente de lo
mucho que perdíamos al elegir una de entre las miles de
posibilidades que la vida ofrecía; y ya no hablamos del concepto abstracto de la vida misma, sino en qué decirle a esa chica, qué escribir en esa carta, cómo hacer ese viaje. Sin embargo, en lo que yo
quisiera hacer cierto hincapié, es en el actual deseo de esa misma
elección de la única posibilidad entre todas las demás, en esa
realización tangible de la vida misma. En definitiva, esa pasión
por la libertad que se convierte a la vez en nuestra carcelera.
Si bien la finitud, obligándonos a
elegir de entre lo infinito, nos entregaría de este modo la
libertad, nos entrega también con ella
el cómo operar en dicha toma de decisiones; y es que no podemos
concebir la libertad sin razón, la cual se nos es dada para poder
optimizar justamente esa elección que nos hace humanos, que nos
imbuye en la finitud cotidiana y absoluta.
¿En qué nos convertimos entonces?
Teniendo que lidiar con la continuidad de nuestras vidas, donde cada
paso supone una elección, no somos sino esclavos de la optimización,
esclavos de la razón: tenemos que encontrar la forma óptima de
estudiar, de leer, de amar, porque llegará el momento en el cual no
puedas hacer todas esas cosas. Terminamos siendo esclavos de la
propia opción, esclavos de la libertad. La finitud no nos obliga sino a
sacrificar todo en pro de dicha libertad, con el deseo de poder
optimizar la realidad; de no pudiendo tener el Todo de la existencia,
poder al menos conseguir la mejor de las posibles, y es la razón
quién elige con cual debemos quedarnos.
¿Serían los Dioses libres? Y con ésto
me pregunto si tienen más de una manera de actuar dentro de su
infinitud. Siendo eterno e imperecedero no hay ninguna razón, en su
sentido último, dado que no hay ninguna necesidad de optimizar nada,
pues se es todo y siempre. No hay necesidad de elegir, pues se vive
el momento tal y como se es dado, respondiendo de manera directa y
sin filtros. Podría parecer que ésto simboliza la libertad
absoluta, cuando no podría ser más incorrecto: sólo se actúa de
una manera dada una situación, y se trata de la respuesta pura, de
la esencia del momento mismo. Los Dioses no son libres, pero son
puros.
¿Pero qué más nos transmite el
infinito? Si hemos hablado de Dioses, podemos hablar entonces de
Divinidad, de Absoluto, en definitiva, del Arte. El Arte es el
concepto del infinito plasmado en nuestra realidad finita, lo puro en
lo libre.
Al final, ¿qué es lo puro? ¿Qué
ansiamos de la Divinidad que a la vez nos asusta tanto por su
componente infinita? La no capacidad de elección, que tiene a su vez
ese tinte de libertad absoluta, de destiladora de la realidad misma.
Lo bello es lo que no es libre pero a su vez es en sí mismo, no
adulterado por nada más.
¿Y qué tenemos como máxima
representación de ésto? Qué, si no el Amor.
domingo, 3 de agosto de 2014
Ser y volver
Siempre hay que volver a la escritura.
La escritura jamás supondrá para nosotros un mero pasatiempo,
como tampoco lo será respirar, sentir o amar. Tenemos la obligación de volver, pero encadenados al continuo y a la multiplicidad, debemos también querer volver. El tiempo, tan
inconstante, nos alejará y devolverá, como la resaca
marina, a nuestras pasiones y deseos, y siendo tan sólo esclavos de
este vaivén fortuito no olvidamos que somos poco más que agentes
del tiempo, la canalización de un momento y un lugar. La inspiración,
como la alegría o la pasión, son estados pasajeros, y no debemos
sino ser capaces de materializar dicha idea en su máxima expresión, en
esa manifestación histórica que somos cada uno de nosotros.
El tiempo y el gozo; la historia y el
yo. Maldigamos a la finitud que no nos permite abrazar por completo el estado presente, y por ende explotarlo, tanto como se merece él como tú mismo. Somos
esclavos de la circunstancia, pero también de nosotros mismos, y no
podemos esperar más que la convergencia de dichos directores, de
estas dos fuerzas que nos guían, y de este modo dejar de ser alguien que ama
escribir, pero no escribe; alguien que ama amar, pero no ama.
Desgraciadamente, el impulso siempre
vendrá de fuera, la inspiración siempre será un agente externo:
razón, motivo, excusa... Encauzaremos dicho estímulo y lo haremos
propio, nos adueñaremos de él. No olvidemos, sin embargo, que dicho
proceso es a posteriori, y que nunca nos perteneció dicha decisión,
sino que fuimos sugestionados por ella.
Perfecto, siempre y cuando nos rodeemos
de aquello que somos: si no podemos hacer esa distinción entre el Yo
y lo Otro, si no podemos romper dicha continuidad, abracemos un
espacio y un tiempo que no sea sino nosotros mismos. Ésto será siempre una liberación para todo aquel que haya entendido que el Yo, seguramente, jamás existió como tal.
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