viernes, 2 de diciembre de 2011

La semilla

          Recuerdo la primera disertación fuerte que hice sobre la realidad. La primera duda que embargó todo mi ser a una tierna edad. Tendría unos diez años.

          Estaba con mi padre en la parte trasera de nuestro chalé, en el pequeño jardín con pinos, el paellero y el estanque, mientras recogíamos unas ramas o algo así. Recuerdo que pregunté algo sobre la realidad, muy inocente yo, y de como nuestro cerebro la procesa. Aunque hasta este punto el recuerdo es algo borroso, tras la respuesta de mi padre recuerdo las palabras que cruzaban por mi mente, las sensaciones que de pronto sentí al ser despojado de una credulidad que ahora no puedo entender.

          Mi padre me dijo que, pese a todo, la realidad no tiene por que ser cierta. No tenemos ningún mecanismo último para demostrar que lo que ocurre ahí fuera realmente está ocurriendo. Tendemos a decir que cuando un gran número de observadores concuerdan en que algo ha ocurrido, aceptamos que sea así. Pero sin embargo nuestro cerebro puede estar engañándonos continuamente. También en esos momentos en los que otros individuos afirman nuestra realidad.

          No me lo pude creer. Por más que le daba vueltas a dicha observación, no encontraba ningún fallo: podía ser. Entonces me puse nervioso, el pulso se me aceleró y comencé a moverme rápido, alrededor de mi padre, preguntándole que como algo tan despiadado parecía tan verosímil: debía haber alguna forma de desmentir semejante locura. Mi padre, con tranquilidad (pues realmente esta idea está más que masticada por una persona que se ha parado a pensar un poco sobre la existencia), me respondía que no por eso podíamos abandonar la creencia en la realidad, pues siempre es lo más real que tenemos, pero que aun así, el problema de la existencia tan sólo individual era algo tangible, puesto que no podemos oír como piensan los demás, que es la sensación más relacionada a estar existiendo que conocemos.

          De pronto imaginé miles de situaciones en las que tan sólo una era la persona que la estaba existiendo. Yo vivía mi existencia con otras personas, pero estas no estaban existiendo realmente conmigo, si no que podían ser fruto de mi mente. Quizás existían, de acuerdo, pero no tenían por que estar existiendo en el mismo lugar o momento que yo. Recuerdo que tras esto siempre me imaginaba, a modo de relato, que cuando nos íbamos a dormir nos descompensábamos de una forma existencial respecto a la gente, pues cuando te duermes, inmediatamente te despiertas al día siguiente: la gente que se había quedado despierta mientras tú dormías... ¿Ya había llegado al momento en el que tú estabas?

          Son ideas muy prematuras, no hace falta que lo juréis. Aun así me imagino que pueden resultar interesantes a aquellas personas que no hayan tenido la suerte de tener una influencia intelectual-filosófica cerca desde siempre. Yo he tenido la suerte de tener unos padres que, cada uno en su campo, me enseñaron a disertar sobre las cosas, a pensar y a ser crítico con todo; primero con uno mismo. Me enseñaron a ser humano y máquina; frío y cándido; razón y pasión; dignidad y locura.

          Hoy es el cumpleaños de mi padre y quería felicitarle a mi manera. Puede sonar pedante, soberbio, meloso, infantil o inconexo. No me importa, es mi manera, y sé que se entenderá.

          Quería felicitarle, realmente, no por cumplir años, la cual cosa no tiene mucho mérito a nivel estadístico. No, se merece que le feliciten por algo más que por sucumbir cada vez más a la entropía: quería felicitarle, personalmente, por el buen trabajo que ha hecho conmigo. No sé si seré lo que se imaginaba, ni si podré cumplir todas las expectativas que me exijo y se me presentan... No sé hasta que punto puedo ser un humano bien hecho. Pero lo que sí sé es como experimento mi vida, como la siento. Como día tras día me siento un poco más lleno, un poco más satisfecho. No tengo ni la más mínima idea de que clase de padre seré en el futuro, pero sin duda uno de la clase que tiene hijos felices, está muy bien.

          Felicitarle por conocer a mamá, y por ende, felicitarla también a ella. He de reconocer, ante todo, que bien diferente hubiese sido mi educación, mi evolución frente a la vida sin el personaje que continuamente crea; sin la energía, voluntad, fiereza y pasión que le pone a cada acto, a cada momento de esta ridícula existencia. Sin todo ese ímpetu, sin toda esta fuerza, sin toda la visceralidad que ella me ha transmitido, seguramente no sería más que una persona lista.

          Juntos habéis creado una persona de la que me siento orgullosa, una persona que me gusta ser. No se si será un buen regalo, pero para mi es el mejor que he recibido nunca.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La razón de la destrucción

          No podemos saber si algo es conveniente para nosotros si no lo hemos puesto a prueba. No podemos saber hasta que punto confiamos en nosotros mismos si nos lo ponemos fácil. La gente acepta firmemente sus ideas, pero nunca ha tratado de cambiar, conscientemente, para ver si otro método, u otro tipo de decisiones, le acarrearían un bien mayor a él mismo, a la gente de su alrededor. La gente se consuela creyendo que actúa bien. Al final todos pensamos que nuestra forma de actuar es correcta. Podemos equivocarnos, por supuesto, pero la propia palabra define la aceptación del problema: es un error en tu sistema, no algo que forme parte de ti. Incluso un asesino considera que tiene sus razones, por muy excéntricas que sean.

          Hemos de comprobar continuamente si los fundamentos de nuestra vida están forjados con experiencia y seguridad, no tan sólo con intuición y educación. Hemos de atentar contra nosotros mismos para demostrarnos que somos capaces superar las diferentes situaciones que se te presentan. Hemos de probar sistemas diferentes al nuestro y comparar si hemos mejorado, o por lo menos, en que hemos mejorado. En una decisión ni todo es bueno ni todo es malo. Cada decisión, acción o situación contiene un mensaje, una enseñanza de vital importancia a la cual es necesario atender. Cada persona es un individuo, y no captamos lo mismo en situaciones iguales: por eso no podemos aceptar ideas simplemente porque nos parezcan bien. Hemos de comprobar, por placer propio de autoafirmación, que la metodología que consideramos óptima es la adecuada.

          Hay que destruir el sistema propio de cada uno para realmente forjar algo más fuerte en nosotros. Hemos de ser diferentes a como consideramos que queremos ser, pues podemos sorprendernos al comprobar que actitudes en principio negativas son algo nutriente para nuestra persona. Sin embargo, el verdadero gozo reside en comprobar que una postura que considerábamos buena, en efecto, lo es. Actuando de una forma contraria experimentar como se obtiene menos del entorno. Entonces sabremos realmente que algo está bien, o por lo menos, mejor que nada que hayamos experimentado.

          Las experiencias negativas son las que realmente permanecen en nuestra consciencia. Son las lecciones más importantes, es algo evolutivo. Debemos saber que es malo para no hacerlo. No podemos saber si algo está mal si no lo hemos hecho. Somos niños, tenemos que jugar, tenemos que aprender por nosotros mismos cuales han de ser las elecciones correctas en esta vida, a pesar de que ello suponga un sufrimiento mayor.

          No debería haber ningún problema con esto, pero el sacrificio esta desprestigiado hoy en día. Es más cómodo aceptar unas normas morales que ponerlas a prueba. Es más fácil el convenio que el conocimiento.

          Hemos de atacar nuestras ideas. Hemos de destruirlas para ver si podemos hacer algo mejor. No hay mayor problema pues si no puedes mejorar, siempre sabrás volver a hacer lo mismo. Pero esto es mucho menos divertido para una persona ávida de vida.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

En pro de la generalización

          Es normal que a todos nos moleste que nos incluyan en una clase, en una categoría. Entiendo que debemos luchar contra el hecho de que puedan definirnos, limitarnos, incluirnos en cierto espectro, y por lo tanto, que se espere de nosotros ya un tipo de actitudes. Entiendo completamente que esto moleste a cualquier persona que busque en su vida una pizca de autoafirmación e individualismo. Ahora bien, el problema de esto no es la generalización, ni mucho menos. Somos nosotros mismos, como siempre.

          La generalización no está mal. Es evidente que no será nunca correcta al cien por cien; no se puede afirmar una generalización con el mismo rigor que una experiencia concreta. No será jamás una verdad demostrada, pero sin embargo, sí que realiza una función de verdad implícita. Tú puedes estar de acuerdo o no en que se utilice un término para referirse a un cierto tipo de personas, por ejemplo, pero sin embargo es una herramienta muy útil para que ambos interlocutores sepan de que se está hablando. Es cierto que las generalizaciones suelen traer consigo implicaciones negativas: pero ninguna más grave que la de pertenecer, inexorablemente, a un grupo de gente, a una categoría.

          No importa tanto a que tipo de generalización perteneces como pertenecer a una generalización.

          Podríamos prescindir de las generalizaciones, lo entiendo, pero esto haría la comunicación mucho mas ardua y costosa. Sería mucho más difícil disfrutar del manjar que supone una buena conversación. Se podría defender que nuestras conversaciones estarían mas libres de juicios si no utilizásemos generalizaciones, pero... ¿Acaso una conversación profunda no es un juicio justo sobre la realidad?

          Debemos luchar, no por eliminar las generalizaciones, sino en pro de evitar que la gente se alinee. No es tan peligroso que una persona utilice una generalización como que una persona se sienta aludida al escucharla. "No, es que yo soy así y no soy eso". ¿Perdón? Valorate un poco más a ti mismo, estoy seguro de que eres mucho más que eso.

          Cuando se utiliza una generalización es en pro de destacar una cualidad, un aspecto en concreto de la gran diversidad y heterogeneidad que nos aporta la existencia. No debemos olvidar que es una abstracción, vislumbrar una idea y otorgarle un nombre para poder tratar con ella. Tú puedes ser científico, escéptico, místico, hippie, alternativo... Pero jamás deberás sentirte ofendido cuando se generalicen dichos términos, principalmente por que la unión de las diferentes áreas de tu personalidad hacen aparecer nuevos carácteres en ti, con los que no se cuentan para la generalizacion: por lo tanto tu no perteneces a dicha generalización.

          Hemos de preocuparnos en que no se nos pueda catalogar, no en que no se pueda catalogar. Es necesario que pensemos sobre el entorno y en que aspectos cambia y evoluciona la sociedad. Para ello necesitamos de palabras, de denominadores, para poder referirnos a una gente y no a otra: esto nace del axioma de que somos diferentes (aunque posteriormente la gente se inmiscuya en grupos y pierda su valor individual). No debemos permitir que una determinada estética, forma de vida o pensamiento nos devore, nos generalice a nosotros mismos. No podemos permitir que cuando una persona haga una generalización, esté en lo correcto contigo. Ya que, seguramente, será cuando nos ofenda.

          Yo me esfuerzo, lucho por no alienarme con las fuerzas o corrientes que veo que transcurren a mi alrededor. A veces es difícil, ya que es muy tentador entregarse a algo que nos gusta y que dicha forma de vida pase a decidir por nosotros... Pero no, somos mucho más interesantes que eso, podemos dar muchísimo más de nosotros. Podemos pertenecer a cientos de generalizaciones diferentes, sentirte relacionado con cada generalización, pero saber que no eres ninguna en concreto. Has de darle más valor a las partes de tu personalidad que se desarrollen a menor velocidad, ya que si no las cosas que te resulten más fáciles o cómodas serán las que acaben por tomar el control de ti, y perderás toda tu diversidad.

          Hemos de ser más de más y más, no tan sólo más de una cosa. Debemos sentirnos a gusto con las generalizaciones, ya que cuando oigamos una podremos decir: "Entiendo la idea, y por que piensas eso. Estoy de acuerdo. Yo comparto en parte esa realidad, pero..."

lunes, 14 de noviembre de 2011

La motivación del deseo

          Lo que nace de dentro nuestro es lo verdaderamente peligroso. Somos incapaces de tener control sobre nuestro inconsciente, sobre nuestros deseos, ya que por propia definición pertenecen a un sistema que subyace a la consciencia: los instintos, lo animal, pertenece al cerebro reptil que se encuentra bajo la superdesarrollada corteza cerebral humana. Por lo tanto, cada vez que anhelamos algo debemos increparnos. ¿Por que deseamos lo que deseamos? ¿Hay razones para ello? ¿Podrías desear cualquier otra cosa? ¿Tiene que ver contigo lo que deseas o con el entorno? ¿Tiene que ver con algo, siquiera?

          "Podemos decidir hacer lo que queramos, pero no podemos decidir querer lo que queremos."

          Deben existir nociones y tendencias personales que nos hagan desear más unas cosas que otras. Estas existen mucho antes de que seamos conscientes de que nos gusta algo o no: cada nuevo deseo realmente está precedido de toda tu experiencia personal, tanto consciente como inconsciente. No es fácil empresa destilar los verdaderos factores personales del por qué.

          También creo en la importancia de la situación, del entorno, como único factor desencadenante de nuestros caprichos y decisiones. Las relaciones personales, lo que consumimos intelectualmente hablando, de lo que oímos hablar y hablamos... Todo eso nos forma, y tampoco se puede decir que, directamente, formen parte de nosotros. Por tanto es necesario la crítica tanto del yo como del entorno siempre que queramos encontrar la verdadera motivación del deseo.

          Parece que aquí uno peca de racional, pues necesitar entender la pasión para disfrutarla puede llegar a ser una gran traba. Pero no estamos hablando de como vivir una pasión (eso queda en el ámbito íntimo y personal de cada uno), sino de qué cosas hemos de permitir que se instalen en nosotros como deseos. Tratar de encontrar un sistema que nos permita desechar impulsos que estén en contra de nuestra persona consciente, o que vengan de partes de nuestra persona que no nos gustan. Todos tenemos influencias malas en nosotros mismos y en el exterior, y debemos saber de que fiarnos y de que no.

          Es difícil, y jamás intentaré negarlo, conocerse; y mucho más difícil conocerse bien. Nunca sabremos, hasta que haya pasado el tiempo, que cosas debíamos haber elegido, y será todavía más difícil decidir en que cosas nos equivocamos. Somos seres que tendemos a autojustificarnos, convencernos de que realmente deseamos lo que hemos elegido, aunque no sea así: es evidente que tenemos que luchar por nuestras elecciones, pero también tenemos que saber aceptar cuando un impulso en nosotros es negativo; para nosotros o para los demás.

          Considero que no hay nada más agradable que darte cuenta de que estás de acuerdo con tu pasado, y que si no todas las decisiones fueron buenas, por lo menos fueron de las mejores. Debemos pensar que el tiempo pasará, y nuestro yo del futuro juzgará nuestras acciones; y sin duda será el juicio más duro y nos afectará más que ningún otro. En esta vida hay que rendir cuentas, y si nosotros somos nuestro propio deudor, mejor que mejor. Estamos condenados a desear cosas, a tener esperanza en la vida y esperar algo de ella. Como no podemos escapar a tal cosa, lo mejor es esforzarse en que dichos deseos, en que el desarrollo de tu persona, de tus vivencias, siga el camino que tu conscientemente creas, y no el que los estímulos, tanto internos como externos, deciden por ti.

domingo, 6 de noviembre de 2011

El mundo cambiante

          Estoy dispuesto a sacrificar todo lo que tengo por lo que deseo. Nada permanece por siempre y todo es efímero. La realidad cambia y debemos adaptarnos al cambio. Hay que ser sagaces para desarrollarse en una realidad caótica. Pese a ello, la idea de meta o aspiración es constante durante toda nuestra existencia. Hemos de prosperar en nuestra vida para sentirnos realizados, satisfechos con ella. Cualquier sentido es cierto siempre que se lleve a cabo, siempre que se realice. Hemos de ser nosotros mismos para existir.

          Pero nuestros paradigmas cambian y nuestra realidad con ellos, al igual que nuestra persona. Evolucionamos, somos seres distintos cada mañana. Somos una prolongación de una existencia anterior, y por tanto, distinta. Nuestras aspiraciones continúan, pero siempre con un extra de experiencia, lo cual nos permite discernir entre lo realmente importante y lo que es innecesario: cuando deseamos algo suele ser tan sólo un aspecto de su conjunto. Por lo tanto, nuestras aspiraciones también evolucionan, y análogamente, nuestra forma de tratar el entorno.

          Las cosas tienen el valor que les den las personas, nada más. Hemos superado la supervivencia, la hemos eliminado como problema vigente. Toca generar todo un nuevo mundo de valores en relación a nosotros mismos. Un mundo cambiante, dinámico, donde todo se rige en función de nuestros deseos. Se genera un mundo diferente con cada nueva aspiración, mentalidad, cambio... Lo que resultaba importante en un momento pasa a ser banal en otro. No has cambiado una cosa por la otra: has destilado lo importante de una idea primigenia, prematura.

          Hemos de tratar a la realidad de una forma seductora, en la que las situaciones se entrelacen con nosotros como en un gran baile. Disfrutemos de ellas, pues tan solo tienen sentido en ese instante. Llegado el momento te darás cuenta de que todo aquello fue estúpido, o hubiese sido mucho más óptimo de otra manera: lo que nos permite pensar que valió la pena es haber evolucionado hasta poder darte cuenta de que era realmente importante y que no, el saber no quedarse con todo.

          Hay que ser críticos con la realidad, saber juzgarla a ella y sobre todo a nosotros mismos. Cuando nos quedamos en la comodidad de pertenecer a cierta clase, idea o estética, nos estamos reduciendo a una parcela muy pequeña de la realidad. Es evidente que siempre vamos a simpatizar con unas cosas más que con otras, y vamos a ser de una determinada manera, pero esto no nos debe hacer olvidar que debemos cambiar y continuar para conseguir ser nosotros mismos.

          Definirse es ponerse limites, generar constantes también. Hemos de aceptar el cambio como algo inexorable a la existencia. Cuanto más hayamos recorrido diferentes caminos, mas preparados estaremos para un camino posterior y desconocido.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Sobre Nietzsche y la realidad individual

(Extraído y modificado de una conversación con Joan Palacios, compañero matemático. Primera parte aquí.)

          ¡Pero tú estas negando a Nietzsche tener su punto de vista! Y de una forma empírica, en una ciencia como lo son las Ciencias Sociales, nunca vas a poder escapar del relativismo cultural y moral, cualquier observación y análisis que hagas estará impregnado de los prejuicios de tu sociedad y los de la cual analices.

          Un paradigma es más correcto que otro en función de lo que nutra a la persona. Esto no tiene nada que ver con no ser bueno con el resto, ya que seguramente cuanto más completa, feliz y satisfecha esté una persona, más buena será con el resto.

          Si en una sociedad todo el mundo hace lo que le apetece, pero todo el mundo tiene el mismo valor, la misma voluntad de poder, unos no se dejaran esclavizar por los otros; otros no verán bien que se esclavice a nadie; y finalmente, los que deseaban esclavizar, se extinguirán. El problema es que damos por supuesto que existe gente débil a la que no se va poder sacar de su miseria; en tu paradigma se acepta que siempre va a haber un débil al que van a poder someter. Y eso no tiene por que ser así. Si todo el mundo hiciese lo máximo por elevarse a su potencia más elevada, ninguno se dejaría someter.

          Se puede alegar que el débil no puede hacer nada contra le fuerte, pero, ¿por qué suponemos que no habrá gente fuerte que proteja al débil? ¿Y por qué no una mayoría? La élite intelectual de la historia siempre se ha mostrado benigna con las clases más desfavorecidas, y ha hecho todo lo posible por cambiar esa situación.

          Cuanto más realizada esté una persona, más podrá hacer por el resto.

          Nietzsche tan sólo predica que él tiene esa forma de ver la existencia, la realidad, y que por mucho que tú trates de negársela, no puedes. Es su forma de entender la vida y, mientras no genere problemas al resto, puede pensar misa. Para mi, a nivel espistemológico, Nietzsche no dice nada; la transmutación de valores de la que él habla no tiene nada que ver con el conocimiento, con el saber, con la ciencia, como vuelvo a repetir. Nietzche tiene un valor personal, un valor al despertarte cada día y no a la hora de conocer la realidad, sino de como tratarla de una manera íntima.

          La evolución del conocimiento es algo mucho más complejo que llegar a conclusiones; también es entenderlas, interiorizarlas.

          Tampoco él considera que sea la única metafísica correcta. Nietzsche afirma que esas son sus reglas, las que más le funcionan. Le trae al fresco que pienses tú sobre la realidad, por que tan solo será lo que a ti más te convenga, aunque trates de darle otras explicaciones. Toda manifestación artística es arte debido a que no rije ningún tipo de sistema, de norma general. No se puede excluir nada del arte, y eso lo convierte en algo maravilloso. La vida no es diferente.

          ¿Qué tiene que ver la ciencia, la epistemología, con como te trates a ti respecto al resto? La filosofía tiene muchas más ramas que la búsqueda del conocimiento; de hecho esa tan solo es la epistemología. La filosofía también es una forma de metaforizar el mundo, de hacerlo mas bello, de facilitarnos el desarrollo en él. ¿Por qué si no se iba a aceptar el libre albedrío? ¿Por qué íbamos a creer si no que alguien nos quiere por algo más que su propio interés? ¿De donde nacerían los deseos y las ambiciones?

          Independientemente de que hayan más cosas en la realidad que tú mismo, es lo único que posees: tu propia existencia.

martes, 1 de noviembre de 2011

La indiferencia de la indiferencia

          Me dispongo a criticar una postura muy concurrida entre la mayoría de individuos que forman nuestra sociedad, y con la que seguramente muchos de vosotros estaréis de acuerdo. Ante todo, me gustaría leer vuestros comentarios explicándome por qué la sustentáis. Esta idea no es otra que la defensa de la indiferencia como postura generadora del máximo daño, y creo que el método genealógico podrá ayudarnos a destripar de donde viene tal disparate.

          Desde mi punto de vista, muy débil ha de ser una persona para que su indiferencia sea igual o más de dañina que su ofensiva. Si esto fuese cierto, supondría un margen muy pequeño entre hacer algo y no hacerlo, y por nuestra experiencia sabemos que eso no es así. No conquistamos metas si no invertimos energía en ellas. Desde luego no esperamos que estas se resuelvan o consigan solas con la simple no-actuación.

          La gente alega que la indiferencia es lo contrario al amor, ya que en el odio siempre reside un sentimiento. Pero cuando estamos tratando de hacer ver a alguien su error, yo pienso que no estamos buscando lo inverso al amor, no estamos tratando de privar a nuestro enemigo de nuestra adorable persona, sino luchar contra él dado que sus actos nos han generado malestar, incomodidad. Si tan solo la eliminamos de nuestra realidad, dicha persona sólo continuará generando dichos sentimientos en la gente de su alrededor. Estaremos permitiendo que otros individuos sufran lo mismo que nosotros (cualquier incomodidad puede ser considerada como sufrimiento) y si no se le castiga, nunca mejorará.

          Podemos considerar que la indiferencia hacia un agresor tan solo significa la indiferencia hacia que otras personas sufran lo mismo. Esto no parece muy ético, y mucho menos "el peor castigo que se le puede otorgar".

          La gente tiende a particularizar este tipo de situaciones a las sentimentales, a las relaciones de pareja, donde la indiferencia del uno hacia el otro si que puede generar un dolor inmenso en la persona que se ha dejado de lado. De acuerdo, pero, ¿es esto realmente indiferencia? No.

          Cuando una persona afirma estar siendo indiferente, quiere decir que su postura más corrosiva, más cancerígena, va a ser la de tratar a la otra persona como si no existiese, ¡pero siempre de una manera consciente! Es decir, sabiendo en todo momento si se ha de hacer una cosa u otra, sabiendo cual es la postura correcta para generar más daño. Esto no es indiferencia, no por lo menos en el sentido de ignorar a la otra persona. Lo que ocurre es que la gente tiene un gran reparo en aceptar que le desean mal a otra persona, aunque esta se haya ganado con creces nuestro odio.

          Por lo tanto nos queda que es una cuestión de debilidad, ya sea porque no se puede tomar una postura ofensiva de verdad, y lo mejor que se puede hacer es desaparecer del paradigma; o porque no se es lo suficientemente firme y sincero con uno mismo como para aceptar que se le desea mal a alguien.

          Hemos de ser fuertes y consecuentes, tanto con nosotros mismo como con el resto. Nadie tiene por qué escapar a nuestro juicio si nosotros permitimos ser juzgados por todos.

          Seguramente la idea de indiferencia como máximo ataque debió ser creada por un agresor o por un pusilánime. El primero en aras de que nadie le castigase y esparcir sin restricciones su virus por la sociedad. El segundo en busca de la capacidad de vengarse sin tener que hacer nada. Me parece de risa, sinceramente, creer que alguien va a sufrir más por nuestra indiferencia que por nuestra acción. Es considerarse el núcleo existencial de los demás, y mientras no lo seamos (que seguramente no lo seamos), nuestra indiferencia le dará igual al resto del mundo. Hay suficientes personas ahí fuera.

          Con esto no quiero predicar el libre odio entre congéneres, ni la acción indiscriminada y cruel contra acciones que simplemente nos molesten, sino generar una conciencia de que nuestras actuaciones realmente tienen un peso, y que una acción siempre va a suponer más que una no-acción. Debemos tener en cuenta de que si creamos un mundo mejor a nuestro alrededor, nosotros seremos los que vivamos en ese mundo mejorado. No podemos quedarnos en la indiferencia como acción, pues no generará nada nuevo.

          Os invito a que reflexionéis, y a que penséis debido a qué se sostiene la idea de la indiferencia como supremo de nuestras posibles acciones reivindicativas. Me gustaría que pensaseis si mantenéis esa postura porque realmente pensáis que es así, porque os la han impuesto, o porque es lo que supone más fácil para no tener que hacer nada. La gente sigue aprovechándose de otra gente ahí fuera, y mientras consideremos que nuestra indiferencia es lo más grave que les podemos hacer, poco o nada cambiará.

lunes, 24 de octubre de 2011

Mi adolescencia alertargada

          Por diversas razones y situaciones, en parte elegidas, a lo largo de mi vida decidí ser más mayor de lo que realmente era. Nunca supuso un grave problema, pues pude relacionarme correctamente con gente mayor que yo y desarrollar interés por temas quizás distintos. Todo ello lo considero un regalo que mi persona pudo otorgarme. Jamás cambiaría algo así, pues me permitió conocer mundos distintos a los que no hubiese optado de otra forma.

          Pese a ello hay una insalvable consecuencia, dada por la diferenciación que generas con la gente de tu edad. Ocurre que te saltas "periodos" de tu vida, etapas que todo el mundo ha pasado y que, aunque quizás algo infantiles, parece que tienen su gracia. Nunca supone un gran problema, ya que has tomado las riendas de dicho destino, pero siempre es algo de lo que te percatas.

          Ahora bien, ¿se puede escapar al ciclo del aprendizaje? Me refiero, toda etapa en la vida tiene su sentido a la hora de formar a la persona. Unas más que otras, claro está, pero en todas subyacen unas ideas que nos permiten evolucionar como individuos. Por lo tanto, cualquier perdida de situaciones conlleva una decadencia de nuestras posibilidades. ¿Significa esto que una etapa perdida no es recuperable? Para nada.

          Podemos tomar las actitudes que deseemos frente a la vida, y no llevar el mismo "ciclo existencial" que el resto. Porque no dudo que dicho ciclo normal beneficie a muchas personas, pero no tiene por que ser el mejor para ti. Y además, esto tiene una enorme ventaja.

          El vivir una misma etapa que los demás pero en otro momento, te otorga una visión más objetiva de la misma. Eres capaz de desarrollarla en un mayor grado de conciencia, disfrutarla más y sacar más provecho de ella. El aprendizaje se adquiere mejor si se sigue un sistema, y en la vida no es diferente. Si tú eres consciente de por qué estás en una situación y no en otra, podrás moverte mejor en ella. En cambio si tan solo la vives porque la masa coincide en ese instante, siempre estarás más perdido.

          Mi experiencia personal reside en que mi adolescencia aletargada, la se cual mantuvo mucho tiempo al margen, aparece ahora con toda su exaltación del yo, el gregarismo, el hedonismo, la tontería, etcétera, y está siendo vivida de una manera mucho más consciente, racional y consecuente que de ningún otro modo. Mi conocimiento previo y la observación de gente que ha vivido esta misma situación me permite elegir hacia donde encaminarla, en qué invertir energía. Esto se extrapola a cualquier tipo de orden, donde vivas tu vida del modo que consigas más de cada situación, evitando siempre eliminar ninguna.

          Cada persona tiene su sistema, su forma de hacer las cosas y de evolucionar. No se puede coartar una mejor evolución por querer poner las cosas en un determinado orden. El único compromiso existente es el de ser mejor persona.

domingo, 16 de octubre de 2011

Los Agentes Morales

          "Ese sistema es nuestro enemigo. Pero cuando entras, ¿qué ves? Hombres de negocios, profesores, abogados, carpinteros... Son las mentes de los mismos que intentamos liberar, pero hasta que no lo hagamos, forman parte de ese sistema, y eso hace que sean nuestros enemigos."

          Los Agentes son programas que pueden entrar y salir de cualquier software conectado a Matrix. Es decir, cualquiera que no haya sido desconectado puede ser uno de ellos.

          Esto nos propone un interesante concepto filosófico, como casi todo en Matrix.

          Cada persona tiene su moral. Todos alegan haber trabajado mucho en la suya, y ser muy estrictos con ella. La gente se plantea continuamente qué cosas están bien, cuales mal, que harían en una determinada situación, etc... Sin embargo, toda suele reaccionar igual hacia un mismo suceso no cotidiano, poco convencional o extraño. Siempre es lo mismo: incomprensión, rechazo. La gente, por mucho que alegue a la construcción de su propio código moral, después ante la novedad se atañe a lo convencional.

          ¿Qué ha ocurrido ahí? ¿Por qué esa reacción moral hacia algo que no has entendido? ¿Evidencia falta de compromiso con el código moral de cada uno o, simplemente, debilidad? ¿Acaso no son lo mismo?

          Realmente no es algo que se le pueda echar en cara a nadie, pues toda persona que no esté desenchufada de Matrix no puede hacer nada contra ello. Son los "Agentes Morales", que cuando no sabemos como actuar hacia algo chocante, o cuando hay una fuerte imposición social, toma el control de nuestro cuerpo y nos hace actuar "como es correcto".

          Aunque pudiese criticar que toda norma social está mal, no van por ahí los tiros. Los Agentes son necesarios, pues nos salvaguardan ciertas situaciones. Sin embargo, el problema aparece cuando el Agente realiza algo que choca con nuestro propio código. Es decir, cuando nuestro Agente nos traiciona a nosotros mismos.

          Este agente es capaz de juzgar actos de una manera diferente a como habríamos obrado nosotros, si no contraria. Incluso puede luchar contra algo que nos gusta, que aceptamos o que nos nutre. Dichos Agentes pueden volverse nuestros enemigos.

          No podemos olvidar que esto no es Matrix, y que tan solo nosotros somos culpables de que los Agentes tomen el control de nuestra "interfaz gráfica". Si olvidamos ser justos, sinceros y consecuentes con nosotros mismos, entregamos nuestra existencia a todo tipo de Agentes que poco o nada tendrán que ver con nosotros. Nos fallamos a nosotros mismos.

          Hemos de luchar por evitar que los Agentes nos traicionen, y esto tan solo se puede conseguir eliminándolos; tratar de liberar al mayor numero de personas de sus "Agentes Morales", pues han de ser ellos mismos los que determinen sus acciones, no algo impuesto; transformar aquellos Agentes cuya destrucción sea inviable socialmente.

          Nuestra libertad está por encima de lo que Matrix nos diga.

          "¿Estás escuchándome, Neo? ¿O estás mirando a la mujer del vestido rojo?"

martes, 11 de octubre de 2011

Libertad evolutiva

Tengo que aceptar un paradigma en el que tomar decisiones, vivir una vida, ser yo mismo, implique que tengo libre albedrío.

Esto en si mismo puede suponer una falacia, dado que somos seres biológicos con unas determinadas características, hemos crecido en un determinado entorno y estamos sujetos a unas leyes físicas. Todo parece abocado al total mecanicismo, en el que poco o nada importa quienes seamos nosotros o cuales sean nuestros pensamientos. No podemos considerarnos más que una ingeniosa obra de la evolución, en la que sagazmente se introdujo la idea de libertad para que sus individuos pudiesen desarrollarse óptimamente. Y ahí está el quid de la cuestión.

Todo lo anterior es completamente cierto, y no podemos dudar de la biología, de la física o de la antropología.

Pero una cosa no quita a la otra, ya que fue la evolución la que nos dotó de nuestro idiosincrático individualismo, de nuestra realidad personal, características de las que carecen el resto de animales. Curiosamente, somos también la especie que ha proliferado de una manera más que exponencial y óptima, sin duda siendo la raza humana la que menos dificultades tiene para la supervivencia, en el sentido estricto de la palabra. Es decir, necesitamos de nuestra personalidad para desarrollarnos como el tipo de animal que somos, y también contamos con que la especie humana es la más desarrollada culturalmente.

Tampoco podemos olvidar la enorme importancia de la cooperación. La gran habilidad del ser humano para interrelacionarse con sus congéneres, con el propósito de evitar el mayor mal posible, también nos ha permitido evolucionar en conceptos que van más allá de la manada. Pero no podemos olvidar que si hemos desarrollado tanto dicha capacidad de trabajo en grupo, que por supuesto también poseen los animales, es por el hecho de querer siempre aspirar a más de lo que se es. Y esto, sin lo anterior, es imposible.

¿A donde quiero llegar?

Bien, parece claro que para desarrollar una sociedad evolucionada culturalmente necesitamos de individuos libres, individuales, pero con un fuerte sentimiento de cooperación y trabajo en grupo. De acuerdo, pero, ¿no choca esto con la premisa de que somos unos individuos completamente atados a nuestra realidad? ¿Por qué de repente tenemos que adjuntar la supervivencia del ser humano a la personalidad de sus individuos? ¿Pero que clase de locura es esta?

Tan sencillo como que necesitamos de la libertad para existir. Nuestras decisiones, en instancia última, serán tomadas por nosotros mismos, y nada es capaz de evitar eso. Es cierto que somos un cumulo, un batiburrillo de diferentes mixturas, y esto no tiene por que quitarle sustancia al asunto. Todo lo contario: no está nada claro que seas libre, por lo que has de esforzarte por conseguirlo. Has de luchar en cada momento contra ti mismo, para querer realmente lo que quieres, para ser realmente lo que eres.

La libertad ha de ser un error en las premisas que tenemos que admitir por el mejor funcionamiento del sistema. Una evolución biológica: un fallo que termina siendo positivo.

viernes, 7 de octubre de 2011

La esperanza como lastre

Continúa el transcurso de los días, y la sentencia se hace cada vez más patente: no hay ni prisa, no hay perdón. La expectación y las ansias de vivir se ocultan bajo un inquieto pecho que palpita al son de las metas que uno se plantea. Observo mis planes y sistemas, y sonrío agradecido por la suerte que tengo de poseerlos. Observo mis objetivos y anhelos, y no puedo evitar que una sonrisa macabra cubra mi rostro, un ritmo nervioso se introduzca en mi y me haga vibrar cual maniático. Y sonrío, porque nada me hace más feliz que exigirme.

Me alegra, me hace rebosar de felicidad, no necesitar ninguna esperanza, poder prescindir de ella. No tengo por qué esperar nada del momento inmediato. No tengo que preocuparme de conseguir lo que me propongo. No, por lo menos, si quiero hacer las cosas bien. Y esta vez no habrá fallos. No habrá lagunas. Como una perfecta sucesión de fichas de dominó, el plan se ejecutará y derribará el último elemento. Sólo entonces podrá haber sitio para la esperanza.

¿De donde viene la estúpida importancia de este lastre biológico? ¿Nadie se dió cuenta de que nos hace actuar por debajo de nuestras posibilidades? La esperanza nubla nuestra vista, nos introduce en una penumbra donde vemos una realidad mejorada, que nos gusta más. Pero no son más que ilusiones. La esperanza no es más que un sesgo cognitivo para evitar que el débil vea la problemática que se le viene encima. La esperanza nos hace sentarnos en el sofá, nos vuelve dóciles, decadentes. Y entiendo que sea una cuestión evolutiva, un mecanismo de supervivencia, pero esto no puede frenarnos a la hora de buscar métodos mejores.

Tan sólo liberados de todo pensamiento enaltecedor, sintiéndonos llenos tan sólo de lo que realmente somos, y no de lo que deberíamos ser, tendremos libertad para actuar con todo nuestro potencial. Si no te conoces a ti mismo, ¿cómo vas a cambiar nada?

Este vacío es vital para el desarrollo del sentimiento reproductor, del instinto creador; de nuestro genio. Si consideramos que desde el punto en el que estamos no podemos más que empeorar, la única salida que no sea pura descomposición será aquella que se preocupe de devorar todo lo que pueda para nutrir a su creador. La única salida digna será conseguir y construir todo aquello que uno se proponga, por el simple hecho de que has de subsanar todo el marchitamiento de la existencia con aquello que tú deseas.

Pero jamás podrás conseguirlo si no abandonas toda esperanza en ello. No tienes suficiente fuerza para saltar el precipicio si consideras que hay una alternativa mejor.

lunes, 3 de octubre de 2011

Sobre Nietzsche y la filosofía

(Extraído de una conversación con Joan Palacios, compañero matemático)


No entiendo la postura de afirmar que "muere la filosofía" llegados al punto en el que concebimos que nada es verdad. Ahí donde la relatividad, la subjetividad de los actos y las personas que los observan es tal, que elimina la probabilidad de encontrar algo cierto en la existencia; no lo veo.

Llegados a este punto tenemos todo lo contrario. Tenemos frente a nosotros una cantidad ingente de estímulos, de todo tipo, que nos hace darnos cuenta de la inexistencia de un punto de referencia acertado (o la existencia tan solo de puntos de referencia equivocados). Lo que nos queda es la inconmensurable, pero satisfactoria tarea, de tener que elegir qué hacer y qué desechar: pero siempre considerando que, hagas lo que hagas, no será lo correcto. ¡Ni mucho menos!

Es una tarea mucho más difícil, ardua y heterogénea (haciendo referencia a Leibniz y su optimismo) que considerar que realmente hay algo, y que en función de esa sustancia metafísica hemos de basar nuestra existencia. No. Es mucho más gratificante sentir que tú has creado el mundo que te rodea. Y con ésto me refiero a elegir la gente con la que vas, lo que estudias, tu moral, tu sistema de valores, tu forma de actuar, pensar, tratar a la gente, etc... Todo eso tendría una mayor diversidad, ya no sólo en uno mismo, sino en la sociedad, si la gente tratase más a menudo de crear su propia historia, y no subyugarse tanto a los estímulos que les rodean.

Nietzsche es todo lo contrario a descartar opciones. Se trata de quedarse con la mayor gama, independientemente de su valor de verdad, y de este modo poder experimentar al máximo todas ellas, quedándote con la que, dentro de tu infinita individualidad, te ayude más a evolucionar. Por otro lado, no se trata de imponer tu conocimiento en ningún momento, y Nietzsche reitera continuamente que cualquier punto de vista, si uno tiene razones para sostenerlo, es correcto.

Es correcto, por lo menos, para dicho individuo.

Nietzsche en ningún momento trata de decir que su postura sea la "verdadera", ni mucho menos; rehuye de términos tan mundanos. Nietzsche lo que defiende es que él, con un sistema completamente distinto del que conoció, consiguió evolucionar en los campos que él quiso evolucionar (exceptuando las mujeres, aunque también hay que recordar la profunda misoginia de Nietzsche). Con esto lo que quiere decir es que cada uno hemos de buscar nuestro propio camino, nuestra máxima individualidad, sin importar como sea ésta, pero siempre en busca de la elevación de nosotros mismos.

Nietzsche tampoco defiende su postura como algo metafísico, como una explicación que trata de dar sobre la realidad, sino como una postura que trata de revelar tu identidad, la realidad personal de cada uno. No tiene nada de Ciencia, así que no se puede mezclar con la Ciencia.

Socrates era un decadente. No puedes negar que no sabes nada. Sabes cosas. Lo qué no sabes es si esas cosas son correctas o no. Como no puedes llegar a un patrón que te permita valorar la certeza total o no de un paradigma, para mí, lo más inteligente, es quedarse con TODOS los paradigmas, y eliminar tan solo aquellos que sean perjudiciales para ti. Mientras no nos perjudique, un paradigma no tiene por que dejar de ser verdadero.

Recalco que yo hablo continuamente de la búsqueda de una realidad personal, intrínseca a uno mismo, que trata sobre como ha de actuar uno con los demás y por qué, y no de una realidad sensible que diferentes sujetos puedan interpretar por igual. Para éso ya tenemos la Física, y en general la Ciencia, pero ahora estamos filosofando.

domingo, 2 de octubre de 2011

Hablando a la mediocridad

          El nivel de la gente a la hora de razonar, discernir o discutir, es muy poco elevado. Cuando tratas de establecer con ellos algún tipo de relación intelectual, o tratas de hablar de algo diferente, extraño, nunca acaban de entender el por qué de la conversación. Como perdidos en un bosque de conceptos que no quieren entender, tratan de llevar siempre las conversaciones a su parcela, olvidando el carácter objetivo de la observación y el análisis. Todos sus problemas se verán reflejados en sus argumentos. Y cuidado con darle a entender que su juicio esta nublado por terceras causas, pues seguro que saltarán chispas.

          Esto, sin embargo, será de lo mejor que nos podremos encontrar cuando hablemos con alguien mediocre, ya que otra opción muy de moda entre ellos es negar la utilidad de dichos conocimientos, conversaciones, especulaciones y divagaciones en general. Ellos lo único que quieren es conversación insustancial, contra la cual no tengo nada. Incluso la considero necesaria para el buen desarrollo de la persona, pero lo que es irritante es que traten de convertir las conversaciones que no son así en banalidades, como para intentar demostrar que no tiene ningún sentido el saber y que lo único importante son las tonterías.

          Si quieres conseguir que presten un mínimo de atención, tendrás que maquillarlo todo con bonitos conceptos, o medias verdades, para que puedan ver un fín directo en el conocimiento, siendo siempre incapaces de encontrar la belleza y finalidad en el concepto. Tiene que ser más una narración que una explicación. Con esto se hace, evidentemente, mas difícil la transmisión de ideas.

          ¡Pero todavía tenemos un comportamiento más deplorable que todos los anteriores! En los anteriores, el sujeto, al menos, ha tratado de seguir la conversación, aunque sea siempre cayendo en los mismos errores. Por lo menos, dentro de su paradigma, se ha esforzado.

          Existe otra calaña, mucho peor que las dos anteriores, que no es otra que la gentuza "Eh, no me ralles", con todas sus variantes y formas, donde puedes añadir palabras como tio, nano o loco.

          ¿Que querrá expresar con ello tal submundo? Aceptar que no está a la altura de la conversación: no puede esforzarse en pensar. Lo único que admite es no querer saber nada de eso. La admisión de la ignorancia. La ignorancia como parte intrínseca de ellos.

          Darse cuenta de todo esto es mucho más gracioso cuando después, dices una tontería, una gilipollez, un troll, y la gente salta como verdaderos caballeros, luchando a capa y espada por la verdad, la justicia y el bien. Recalcan la estupidez de tu afirmación y lo anormal que tienes que ser para decir algo así. Sólo opinan, o juzgan, cuando lo pueden hacer contra otra persona, jamás cuando ha de nacer por ellos mismos. No son capaces de emitir opiniones pero sí juicios.

          Osea que así va el tema. La gente no quiere ser inteligente, no quieres esforzarse por un sistema mejor, por un paradigma más consciente, por una realidad que controlen más. Lo único que quieren es que otros no digan animaladas mientras ellos no hacen nada.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Hoy voy a ser

          Hoy voy a ser el Marzo animado, con energía, el imparable que sonríe con entusiasmo. Las fuertes palpitaciones de mi pecho y las ganas de saltar con el Punk-Rock están de acuerdo. Aunque normalmente no me guste el dinamismo físico, creo que hoy haré una excepción e interpretaré mi mejor papel. Tengo ganas y fuerza.

          Seguramente luzca una sonrisa agradable, pero llena de sarcasmo. Trataré de ser dulce pero con un regusto cruel; como las golosinas picantes de gelatina. Utilizaré movimientos lo más circulares posibles, para intentar no parecer tajante y agresivo. También moveré los hombros, ya que tengo que parecer incluso bondadoso. Sin embargo, no abandonaré una postura firme y segura.

          Estaré atento al máximo número de conversaciones posibles, para poder entrar en ellas cuando se me ocurra algo que pueda aportar. No lo haré como de costumbre, girándome brúscamente e introducirme como un invasor, si no más bien como un individuo relacionándose socialmente de una forma moral y equilibrada. No diré animaladas hasta pasadas las dos, y mostraré interés por cualquier punto de vista.

          Hoy voy a ser un chico bueno. Un chico muy perceptivo, empático.

          Por supuesto no nos podemos quedar en esto. Hemos de generar una distorsión en la percepción de la gente, que se pregunten sobre la naturaleza del acto. Esto implica, con todo lo anterior, tener que jugar en una delgada linea de equilibrio donde has de parecer despiadado, pero no serlo. Tienes que ser bueno y que lo acepten.

          Cuando algo empiece a salirse de su rumbo, generamos una distorsión y reducimos el nivel de fuerza; no podemos correr el riesgo de generar una mala imagen. No por lo menos antes de las dos.

          Recalco lo de sonreír, y mantener una mirada tranquila. Si los nervios se apoderan de ti puede ser la ruína. La ruina entendida como la situación en la que seguramente se encuentren el resto de individuos. No se trata de querer parecer normal, si no de autoafirmarse.

          No me preocupan para nada las situaciones, pues sé que la situación juega a favor de todos. No habrá gente tensa, sino todo lo contrario, lo cual le permite a uno expresarse con mayor claridad; no puede haber algo mejor para generar una buena impresión.

          Y con todo esto me imagino que llegaremos a las dos.

          Una vez ahí, nadie sabe.

lunes, 26 de septiembre de 2011

La descomposición de la existencia

          La verdad que se esconde tras los hechos cotidianos del día a día es la que de verdad asusta. Aun así a todos nos preocupa saber qué ocurre. Guardamos siempre cierta esperanza. Pero no hay mayor verdad que la siguiente: todo se descompone. Miles de nodos de la red existencial sucumben a su destino, o empiezan a funcionar cada vez peor. No hay mas futuro que un futuro peor. Estamos sujetos a la entropía como entes físicos que somos.

          Cualquier cosa está unida a su respectiva linea de tiempo, y esta tan solo avanza en una dirección. No es ningún hallazgo a nivel espistemológico, pero acojona. Nos deja en pañales.

          Parece difícil en tal paradigma guardar cualquier tipo de optimismo, esperar algo de una realidad que no hace más que empeorar. El ser humano, sin embargo, es irracional por naturaleza, y se aferra a la esperanza de que alguna fuerza superior los rescatará de tan súbita decadencia: una relación, una revolución, un cambio, unas elecciones, un Dios... Pero nunca en uno mismo.

          Así avanza su lenta pero continua agonía. Y es que no cabe mejor postura que el pesimismo (qué no abandono) en aras de evolucionar a nihilismo. La inmolación es la única fuerza que nos empuja en el mismo sentido que la existencia. Es la energía esencial que necesitamos para nuestra liberación y evolución personal.

          Una completa aceptación de la realidad a pesar de elaborar una constante crítica de la misma, crearía una generación de individuos capaces de discernir sobre ella. Pero nunca se podrá hablar de un sistema, de una forma de hacer las cosas, si se esta metido de pleno en ella.

          La gente se inmiscuye en supuestos, hipótesis, mentiras, falacias; recurre al insulto, a la retórica fácil, a la disyunción, al odio; y termina creando nada más que malas políticas, moralinas y estupideces. Y con este gazpacho tan español uno se enfrenta a la vida, considerando aun que la tiene bien fundamentada, "atada y bien atada"; que si no por unos, por otros, las cosas acabarán por funcionar bien.

          Todo con un único fin: sentirse lo mejor posible en una realidad que se deshace, donde se convive con otra gente que también desaparece. Es crearse su colchón metafísico donde caer cuando todo acabe. Es generar su propia y genial mentira. Su agonía es no poder ser como quisieran, no poder ostentar lo que desearían; es guardar unas formas en las que no creen por la simple comodidad de no crear unas nuevas. Dado que no saben enfrentarse a la verdad que se les ha planteado, no pueden crear un sistema óptimo con el que desarrollarse en ella.

          Pero no seremos nosotros los culpables de que todo se descomponga. Nunca lo aceptamos cuando la culpa es nuestra: todo lo ha generado el sistema, el anterior sistema, o el antisistema; el mal del otro no es mi mal, ya que no lo comparto. En caso de que no fuese así, mi mal estaría justificado. Hay víctimas y verdugos, y se es incapaz de establecer un término diferenciado objetivo que generase una partición de valores positivos y negativos, tal que sólo nos queda la guerra. Guerra por aquí, guerra por allá; por una razón, por otra; social, individual, personal, gregaria, espiritual, modular, de guerrillas... No nos queda más que la discordia entre hermanos.

          Ni si quiera debería mencionar que esto no es alegato a la violencia, pero me veo obligado a recordar que si no nos gustan las conclusiones, habrá que cambiar las premisas. Y nunca al contrario, señores ciudadanos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El disparo en la cara de Jack

          Conforme vemos pasar nuestra vida, nuestras aspiraciones crecen a pesar de que las oportunidades se van reduciendo. "Dale el suficiente tiempo y el porcentaje de supervivencia baja a cero." Aun así nos esforzamos, en la medida de lo posible, en alcanzar dichas metas, conseguir nuestros propios logros y "aclimatarnos" a nuestro entorno. Pero... ¿es esto suficiente? En el supuesto de que estuviésemos equivocados, ¿tendrían esos méritos alguna importancia?

          En nuestra sociedad, hoy en día, deben haber muchísimas personas como Jack, mucho nihilista pasivo. Y eso no supone mayor problema a nivel general, ya que mientras sigan viviendo, mientras no les falten los medios de una sociedad moderna, no habrá ningún problema. Pero, ¿hasta que punto esa persona esta desaprovechando un potencial humano que, desde una perspectiva socialista, deberíamos poder disfrutar todos? Por no hablar de la satisfacción que a él mismo le producirá.

          Jack, en un intento de subsanar tal deficiencia, crea a su alter-ego Tyler Durden. A rasgos generales, es todo lo que él desearía ser. "Me veo como quieres verte, follo como te gustaría. Soy listo, capaz y, aun más importante, libre en todos los aspectos que tú no lo eres."

          Por desgracia, termina por perder el control, y lo curioso es como Jack se libera de él. Fue bien sencillo: si Jack era Tyler, si no Jack, no Tyler. Y se disparó en la cara.

          Este tiro no le mata, pero sí acaba con Tyler. El tiro simboliza el control que toma de si mismo en ese momento, superando todos sus miedos y aceptando qué a lo único que se tiene que enfrentarse es a su libertad. Y solo en ese instante, deja de ser necesaria su enajenación, es capaz de terminar con todo su metamundo y enfrentarse a la realidad en la que se encontraba.

          Todos, de algún modo, necesitamos ese alter-ego, esa aspiración perfecta, ese Dios que seriamos nosotros. Pero esto no puede devorarnos, como ninguna otra cosa en la vida, a la cual hemos de enfrentarnos con toda nuestra ferocidad, fuerza y decisión, aceptando que si debemos de hacer algo, debemos hacerlo. Si no se tiene la fuerza de voluntad necesaria, uno dejará de tomar sus propias decisiones, y otras fuerzas le arrastraran. En ese momento el precio a pagar por su liberación, quizás, sea demasiado alto. Por esta sencilla razón, cualquier acto, por descabellado que parezca, puede tener toda su lógica interna y utilidad, ya que puede significar la diferencia entre ser un esclavo o no.

          Es importante ser lo que deseamos, por una simple relación de igualdad entre lo felices que somos y el bien que podemos hacer a los demás. Cuanto más potencial tenga una persona, más bueno podrá ser con el resto. No necesitara crear enajenaciones tan firmes que modifiquen su propia existencia. Y en ese momento, se será libre.

          "La libertad no hace felices a los hombres, los hace simplemente hombres." - Manuel Azaña

lunes, 19 de septiembre de 2011

Sobre la Interiorización

          Deberíamos aplicar nuestros conocimientos teóricos, adquiridos a lo largo de nuestro aprendizaje, para desarrollarnos en nuestro día a día. Ya no tan sólo por el capricho de tener acceso a un mayor número de realidades, sino por la intrínseca necesidad humana de sentir que no estamos desperdiciando nuestro tiempo.

          Necesidad "humana", al menos, en el sentido idílico en el que podemos utilizar la palabra.

          No podemos, y por lo tanto no debemos, limitarnos a un título académico, sea el que sea. Un conocimiento no tiene ninguna utilidad si no se sabe aplicar, si no se es capaz de entenderlo. Ya no necesitamos entes que conozcan muchos datos, ni si quiera muchas cosas, ya que el boom informativo de Internet, del cual no haré incapié por ahora, ha dejado a nuestra disposición una cantidad ingente de contenidos.

          Lo que se necesitan son Sistemas. Sistemas de pensamiento. Estructuras por donde tu mente divague hasta ser capaz de encontrar una solución, sin importar del índole qué sea.

          E ahí la importancia de la interiorización de nuestras ideas, de nuestros conocimientos, de nuestros patrones. Ya no por el simple hecho, pero ya no tan humilde, de que queramos ser buenos profesionales en nuestro campo, sino porque no puede haber mejor capacidad que la de poder vivir más nuestra vida.

          Y de nada más que eso versa la importancia de que sepamos qué estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo. Cual es nuestra hipótesis, el por qué de ella y a donde queremos llegar. Porque sin un método, sin un Sistema, no podemos ser capaces de potenciarnos a nosotros mismos, y por ende, no podremos aprovechar, como deberíamos, nuestra vida.

          Poder tratar la existencia como un problema qué hay que resolver de forma óptima, pues no sirve tan sólo resolverlo, y aplicar en ello todo lo que sabemos, conocemos y hemos vivido, nos dá la increible capacidad de optar a más posibilidades, poder cursar diversos y diferentes caminos; en resumen, la capacidad de ser más nosotros.

sábado, 17 de septiembre de 2011

La libertad de [...]

          Me siento libre; soy libre. Como si estuviese muerto. Pero vivo. Sin ataduras, sin motivos, pero insaciable. A penas es concebible. Palpito de pensarlo, de sentirlo, de vivirlo. Mi corazón late rápido por el simple hecho de mi existencia. Palpita. Estoy vivo.

          Viajo por los sinsentidos de un mundo al que veo desde las alturas, como el águila, como un ave rapaz que sobrevuela las increíbles y majestuosas montañas; las personas, el ambiente, el entorno. Todo me apasiona. Las vistas son infinitas; y yo, me alzo sobre ellas.

          Quizás este atrapado en un vuelo interminable, indefinido. Condenado a vagar por la existencia. Pero sonrío. Soy soberano de mi vuelo. Dueño de mi viaje, de mi. Exhalo complacido, la sensación, casi orgásmica, mantiene el concierto de mi corazón. O tal vez sea el desconcierto: desequilibrado, azaroso, caprichoso. Todo es demasiado inmenso, demasiado grandioso. Al alcance de cualquiera, pero no destinado a todos ellos.
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Escrito automático.

La lucha de [...]

          Hay que buscar algo que nos merezca la pena. No podemos ir por ahí desperdiciando nuestro tiempo como si nunca se fuese a acabar. No podemos tirarnos a la basura.

          Te levantas y piensas en que cosas podrás hacer, e incluso te emocionas. Tus expectativas ni son mediocres ni son criticables. Tus anhelaciones son tus deseos y tus deseos son tu fin. Juegas, ríes, manejas, controlas, mejoras, evolucionas... Tu vida es tu satisfacción, tu regalo, no necesitas mas que el placer que te procura estar vivo. Te desarrollas, y dejas a tu mente vagar entre la existencia que le rodea. Todo esta en su lugar por que tú lo pones ahí y tú quieres que esté así. Todo esta perfecto; y si no, lo consigues.

          Pero cuando te acuestas, curiosamente, todo eso a desaparecido, y tan solo queda un amargo sabor de boca por ver como la vida pasa, y quizás todo sigue igual. Quizás no hayas conseguido tanto, ni seas tanto, que sí que seas tan mediocre y que sí valgas tan poco. Eres la mierda cantante y danzante del mundo. Y pierdes el control. Pero todo esto carece de importancia, por que mañana te volverás a despertar, y volverás a tener un inmenso día por delante en el que sí podrás cumplir tus sueños, vencer a tus enemigos, comer los mas preciados manjares y degustar los mejores licores. Serás capaz de exprimir la maldita esencia de la vida y bebértela de un trago, pues tú eres tu Dios y tu fortuna, tu destino y tu casualidad. Tú eres tú y eso es lo importante. Mi mundo es mio.

          Y así se alternan los ciclos de megalomanía y debilidad, en los que te crees el Dios que te mereces ser y en los que recuerdas las miserias de los demás, que no son mas que la tuya. Bipolaridad. Ciclotímia.

          Pero el problema reside en nuestra incapacidad de valorarnos a nosotros mismos. Es ilógico que te sientas mal por la noche, pues ya no hay nada que hacer ese día, lo único que debería preocuparte es estar preparado para el siguiente; pero no. Preferimos arrepentirnos de eso para así mañana poder despertar en la luz y así no tener que preocuparnos más que de soñar.

          Pues se acabó. La luz sera el sufrimiento y la oscuridad el regocijo. Lo mal hecho sera motivo de reflexión, de mejora, y lo terminado motivo de ira frente a lo que podría haber sido mejor.

          Cansáos, pues, de ser humanos, como yo, y aspiremos a algo más.

El Monstruo.

          Todos conocemos alguno. Todos sabemos quienes son. Les observamos desde fuera, les juzgamos o intentamos entenderles. Quizás incluso nosotros seamos uno, con lo que disfrutamos del espectáculo. Sí, todos sabemos quienes son los Monstruos, y tenemos claro que son personas iguales que tú y que él. No tan iguales cuando se llega a dicho punto, pero en algún momento lo fueron.

          El termino Monstruo está mal entendido, mal concebido por el intelecto del humano mediocre; el Monstruo es tragedia, y no maldad; el Monstruo es plenitud, y no obsesión; el Monstruo es racional, y no está perturbado. La gente rechaza lo que no puede vivir, lo que esta por encima de sus opciones. La gente no entiende como alguien puede entregarse a la vida, y es entonces cuando aparece la palabra Monstruo.

          Parece que la vida se nos haya dado con algún sentido, con algún tipo de finalidad o meta, y quien trate de escapar a este mandato Metafísico no sera más que un personaje que ha perdido la cordura y que hay que tratar como el viejo senil que no hace mas que repetir sus batallitas, negándole toda oportunidad al dialogo; "está loco".

          Estar loco es lucha, desasosiego, ímpetu y fuerza; es el enfrentamiento contra algo superior, la inexistencia de posible victoria y el deleite de sudar por ello; es el placer de la masturbación de buscar una meta que es inviable de alcanzar: ser un Dios, un Odiseo, Afrodita a nuestros pies... La explosión de sentimientos y pasiones que ello nos genera es, sin duda, la amplia gama de capacidades que tenemos los seres humanos. Y ahí es donde se genera el Monstruo, en el punto álgido de la busca de uno mismo. Un Monstruo no es la encarnación del mal en la Tierra, ni un ser grotesco que busca hacer daño por el simple hecho de estar perturbado. No, claro que no. El Monstruo es un sentimiento general que nos une como seres humanos, como seres con una Perfectibilidad; es la animalidad racional que nos impulsa a mejorarnos a nosotros mismos en un espejo donde seamos Dioses, donde nada ni nadie pueda pararnos; es el sentimiento de autodestrucción, en busca de una mejora que elimine todo dolor, y nos dé la capacidad de generar todo aquello que deseémos.

          Todo ello, vivir la tragedia de la existencia como tal, nos hace mas benévolos. El Monstruo es consciente de por donde ha pasado, y está orgulloso de ello, y es más consciente y considerado respecto a sus diferencias con el resto. Esto le permite posicionarse en cualquiera de los dos extremos, es capaz de entender el por qué de la inferioridad y busca continuamente ocasiones para enmendarla. El Monstruo se siente más a gusto entre otros Monstruos, pues puede disfrutar del arte, de la fuerza, del conocimiento, tanto del suyo como del de sus compañeros. ¿Y por que no puede hacer lo mismo con los no-Monstruos? Pues por que estos se sienten atacados, se sienten vulnerables cuando ven tales demostraciones.



          Es cuestión de suerte ser Monstruo o no; es cuestión de educación, de conocimientos, de experiencia; es cuestión de captación de tu búsqueda, de ti y de tu entorno; es cuestión de reflexión, de desidia y de ansia; es cuestión de abrir un blog o no, cuestión de hacer o no hacer algo. Es cuestión de querer conocerse o de querer olvidarse.